El viernes me recibe con dolor de cabeza, garganta, y una pesadez propia del que insiste en quedarse en la cama pero no tiene más opción que incorporarse a la faena diaria. Subir a la rueda del hámster y rodar, rodar, ¡correr!, como si avanzaras… como si en verdad llegaras.

La semana de recién está tan llena de eventos azarosos y molestos, que apenas pueden ser mitigados por el chiste del amigo, el abrazo de la compañera y el mensaje de aliento del grupo que comulga con tus ideales y te acompaña en la soledad de las ideas. Ha sido una semana agotadora, y según los pronósticos, los siguientes quince días serán de colección.

Pareciera que este país puede resistir más de lo que le ocurre. Lluvias que no cesan y que desnudan una miseria sostenida, alimentada, mientras el Presidente dice, a fuerza de no tener más qué argumentar, que "Dios proveerá". Al mismo tiempo, la economía sigue creciendo; lo que no sabemos es hacia dónde, ni a quién. ¡Los puentes!, esos puentes, los de los contratos oscuros, los del grupo del firmamento estrellado, ¡se caen!, ¡colapsan! Y esos de la dictadura blanda argumentan que medio millón de dominicanos y dominicanas que se han tirado a las calles a gritar, indignados, en paz y orden, lo hace con ánimo de desestabilizar.

Y yo les digo: solo aquello que es estable puede desestabilizarse. Quiero conocer un solo aspecto de esta cosa pública que esté estable. Que alguien me responda, ¡por favor!

Recurren a eso que saben hacer: intentar destruir reputaciones, fabricando dolo contra aquel o aquellos que asumen como débiles. No les importa nada. ¡Y para rematar, a propósito de mis artículos recientes, ¡me vienen a hablar de moral!  -Gnosis, ¿has revisado tu moral?- llegaron a decirme.

Mis actos personales, íntimos, no deciden ni el futuro ni el destino de esta nación. Las acciones pasadas o presentes mías o de muchos otros que han sido cobardemente calumniados y atacados en forma pública y privada, no han torcido destinos, no han provocado que cientos y cientos de jóvenes que hasta hace poco eran menores de edad, hoy se dediquen al arrebato de la paz de aquel que transita por las calles.

Mi moral no ha quebrado la producción cafetera, ni tienen en serios aprietos a los lecheros, no hace contratos a dedo; mi moral no estafa, no trafica con haitianos en la frontera; mi moral no decide desde Palacio lo que la procuraduría hará con el caso Odebrecht; mi moral no engaveta expedientes ni le baja líneas a los jueces; mi moral no tiene retenida la famosa lista, no provocó el suicidio de David Rodríguez en un baño de las oficinas de la OISOE; mi moral no intoxica a los niños con el desayuno escolar, ni le debe dinero a los proveedores del almuerzo de la tanda extendida; mi moral no ha provocado la muerte de 355 niños en el colapsado sistema de salud pública; mi moral no negoció el contrato de la SunLand. Y podría amanecer aquí citando casos y escándalos de la era peledeísta en los cuales ni mis actos ni el de muchos conocidos míos ha tenido qué ver.

Y ese parece ser el precio, creo que el menos alto, que se suele pagar cuando se decide fijar posición y enarbolar una consigna contraria a la de los intereses del poder. Es triste ver una defensa tan baja, tan miserable y rastrera, tan poco sustentable, como el irse a la vida personal de la gente para defender lo que no tiene defensa. Y es más triste aún cuando no se apunta el dedo hacia los verdaderos enemigos de este país.

Porque no nos olvidemos de algo: este gobierno es el administrador de una clase empresarial que le importa muy poco el destino de este país, si no es para lucrarse, -tan poco gratuitas como oportunas son las declaraciones de Pepín Corripio en relación al financiamiento de la campaña de Danilo Medina, violatorio por demás de la Ley Electoral vigente-. Para dar luz a lo que intento explicar, traigo a la memoria apenas un solo hecho, para que no nos llamemos a engaño: El Grupo Estrella es el mismo consorcio que en su momento, año 2009, intentó construir una cementera en la zona de reserva natural Los Haitises. Es el mismo grupo que tiene copado si no todos al menos la mayoría de los oscuros contratos cedidos a Odebrecht. Si no es por la presión ciudadana, hoy tendríamos esa cementera ahí instalada. Medite usted al respecto. Otro sector importante de este país coludido con el gobierno es el sector financiero, ese que tiene el robo legal más descarado: Las AFPs. ¿Cómo se ha manejado todo el dinero envuelto en el escándalo Odebrecht? ¿Trajeron esos dineros en sacos de papa? ¿En sobrecitos de manila? ¿Por medio de cuáles instituciones se manejaron las transferencias, los pagos, los depósitos? Si acaso, ¿bajo cuáles controles y regulaciones?

Si yo hace poco abrí una cuenta de ahorros de solo RD$6,000.00 y tuve que llevar una carta de trabajo indicando mi salario, a fines de tener un marco de referencia para futuros transacciones, ¡imagine usted las regulaciones que involucra justificar depósitos, pagos, transferencias ¡de millones de dólares! No seamos pendejos. ¿Quién cuestiona al sistema bancario? ¿Cuándo indagaremos las calidades de las actuaciones del Grupo Estrella en esta coyuntura?

Insisto, no he sido yo ni mis actos los que están envueltos en este salcocho de siete carnes, ¡no! Ni tampoco la moral de otros amigos y conocidos a quienes les amenazan y les coartan libertades, como pasa justo ahora con Juan Comprés, líder de Moca. Y muchos dicen: Gnosis, ¡la cosa está complicada! Se lo advierten a amigas y amigos. Y me pregunto, ¿hasta cuándo el miedo? ¿Hasta cuándo la complicidad implícita, los silencios, los culpables favoritos? ¿Hasta cuándo solo la punta del iceberg?