La novela El Montero de Pedro Francisco Bonó (1828-1906), es el cuadro de costumbres representativo del campo dominicano, sus enseñanzas, luchas y pasiones de caudillos rurales. Con El Montero (1856), se empieza a conocer en Santo Domingo y en todo el resto de la América Hispánica la tradición de costumbres y mentalidades campesinas, debido a la insistencia de Bonó por la descripción de lo que es la vida montuna, la naturaleza del campo dominicano y las relaciones entre el personaje y el alcance de valores, costumbres y decisiones políticas que se expresan en el universo rural dominicano.

En algunos momentos El Montero se convierte en relato patriótico y el ideal dominicano se observa como ligado al suelo, a la tierra, a los luchadores del campo y a sus hazañas costumbristas y guerreras. Esto se puede observar en el siguiente fragmento:

“En ese gran recodo que el mar hace al Este Nordeste de la isla de Santo Domingo, cuyo nombre de bahía escocesa dado por los franceses no ha podido prevalecer a despecho de  mapas, hay un lugarejo nombrado Matanzas, que tiene un puerto pequeño siempre hambriento de buques que nunca se toman la pena de anclar en él”.

El espacio vital del montero es el monte. Su relación: la memoria. Su movimiento: el paso apresurado, la pisada campesina, guerrera y esparcida.

El narrador nos dice a seguidas lo siguiente:

“Dos o tres casas esparcidas habitadas por monteros, un fuerte con un cañón y un pequeño arsenal, he aquí cuanto hay del hombre en ese lugar.”

El cuadro que en pleno momento republicano ofrece estos signos de vida, sociedad y cultura, nos narra y nos coloca ante la vida del hombre de monte adentro con sus contradicciones, esfuerzos y querencias. En plena república, El Montero se hace eco de la vida política, militar y económica del país, a través de una flora y una fauna, pero sobre todo, ofreciéndole al lector lo que fue el cuadro social y natural dominicano hasta la época de Ulises Heureaux.

Pedro Francisco Bonó quiso expresar los aspectos propios de la sociedad de la época y de la historia inmediata que le tocó vivir. Por eso El Montero no es una obra escrita con pretensiones altamente literarias, sino más bien, con una conciencia directa de plasmar en ella el elemento cultural propio de lo que él entenderá como vida-momento, vida-documento y sociedad rural limitada por el hambre, la pobreza y las necesidades cotidianas. Es por eso que dicho texto es también la historia de la sociedad rural dominicana en formación, desarrollo, descomposición y evolución.

El monterismo y la montería originan indirectamente la montonera. Existe una ligazón histórico-mental e histórico-espacial entre la vida del hombre montuno y la montonera como ideología guerrillera y luchista que persiste en el cuadro epocal dominicano antes y después de 1900, y que la primera ocupación de 1916 y el trujillato lograron decapitar históricamente.

Los personajes del mundo social de la segunda mitad del siglo XIX se mueven en ritmos variados en su cultura y en su historia. Así en El Montero, Juan, Teresa, Manuel, Tomas, María y otros personajes, se expresan como tipos humanos ligados al paisaje que poco a poco va pidiéndole a ese hombre dominicano finisecular, algunas respuestas, cambios y esperanzas de vida política.

Es el momento en que la oposición naturaleza-cultura decide los caminos sociales y los pasos hacia una nueva mirada cultural, histórica y económica. El monte, la tierra, el lugar donde los actos de vida quieren fundar nuevos espacios, nuevos derroteros, nuevas fórmulas para entender la vida rural dominicana, pero a la vez las limitaciones de la vida urbana.

Pedro Francisco Bonó  fue un intelectual dominicano que nació en Santiago de los caballeros el 18 de octubre de 1828 y murió en San Francisco de Macorís el 14 de septiembre de 1906. Su vida discurrió entre luchas  que reivindicaban la solidaridad y la dignidad de las clases pobres del país. Su condición de analista social le valió el respeto de una sociedad que ya empezaba a definirse y a tomar su lugar en medio de la crisis  política y caudillista propia de la sociedad dominicana de entre siglos (1880-1906).

En 1856 publicó en París El Montero, texto que junto a sus apuntes, papeles, discursos y escritos de carácter social han contribuido a desarrollar la conciencia pública del país. Habiendo participado como abogado y político en luchas y conflictos de gran significación y alcance, el intelectual Pedro Francisco Bonó fomentó y propuso ideas para la reforma del país, lo que le valió en varias ocasiones ofrecimientos a la primera magistratura del Estado.

Por su lenguaje realista, forma literaria, tratamiento de los personajes, reflejo de una sociedad, descripción de los caracteres, entendimiento del mundo social dominicano de la segunda mitad del siglo XIX y preservación de la memoria histórica del pueblo dominicano, su obra  ha sido calificada como novela folklórica, realista y de costumbres, que revela el espíritu del hombre dominicano en sus raíces y en su espacio o universo histórico-cultural particular.

La lectura del monte, la montería o la montonera, remire a un referente histórico en la novela, y en la misma presenta los signos, ejes, normas, figuras y fondos de una identidad que surge de las raíces propias del imaginario rural representativo de las dos últimas décadas del siglo XIX en la República Dominicana. El Montero particulariza una técnica de escritura realista donde el mundo social y el mundo natural adquieren el valor y la vitalidad de un gesto revelador de la vida en el campo y sus relaciones sociales de producción.