El 25 de octubre de 1959 arribó a Ciudad Trujillo, desde San Juan de Puerto Rico, el nuevo nuncio papal Lino Zanini. Su designación por Juan XXIII ocurrió el 16 de junio del mismo año, dos días después del inicio de la llegada del Ejercito de la Liberación Dominicana -brazo armado del Movimiento de Liberación Dominicana– a territorio quisqueyano. En una entrevista que Víctor Gómez Bergés le hiciera a Zanini en 1983 (Hoy, 19 de octubre del 2013), este le señaló que su llegada en esa fecha fue a propósito para “…no estar presente en las celebraciones (del cumpleaños de Trujillo) que ya conocía acostumbraba el Gobierno hacer con ese motivo”. Era su primer destino como Nuncio. Luego fue enviado a Jerusalén y Palestina, a Egipto y Argentina. Desde su llegada fue una presencia incómoda para la dictadura, su propio testimonio de la decisión de la fecha de arribo señala su talante adverso a la tiranía trujillista. El 21 de enero del 1960 rechazó bendecir la inauguración de la Feria Ganadera, alegando que esa tarea le correspondía al clero local y se destaca su rol protagónico en la Carta Pastoral leída en todas las iglesias dominicanas el domingo 31 de enero del 1960. Zanini era el segundo nuncio residente en República Dominicana, el primero había sido Salvatore Siino, quien ocupó la posición desde 1953 y acompañó el proceso de negociar y firmar el Concordato.
Gómez Bergés destaca otro hecho posterior: “El 27 de febrero de 1960, luego de concluida la ceremonia religiosa que con motivo de la Independencia del país se celebra cada año en la Catedral Primada de América, con la presencia de las más altas autoridades del Gobierno y el cuerpo diplomático, al salir del templo, en lugar de abordar su automóvil para retirarse a su residencia, Zanini tomó la calle El Conde, por donde transitó solo y a pie, hasta el Altar de la Patria. Durante ese recorrido, que parecía, más que un mensaje de estímulo al valor de los dominicanos, un desafío a unas autoridades desalmadas, solo le acompañó un reducido grupo de estudiantes universitarios, que desafiando el estado de represión existente le aplaudimos delirantemente, al contemplar aquella figura gallarda, erguida como un roble y admirada hasta el delirio por la juventud, por el papel destacado que se sabía había desempeñado en la redacción y lectura de la carta pastoral del domingo 31 de enero, hacía menos de un mes”.
La Carta Pastoral de enero del 1960 tiene antecedentes significativos. Otro Nuncio, llamado Mario Zanín, que había ocupado la nunciatura de Buenos Aires entre 1953 y 1958, fue identificado por la dictadura peronista como uno de los instigadores del Golpe de Estado del 16 de septiembre del 1955 que sacó a Perón del poder y lo llevó a refugiarse donde su “colega” dominicano en Santo Domingo. Ese hecho y la confusión del nombre con Zanini, provocó la anécdota que cita Eduardo Latorre en su libro Política Dominicana Contemporánea. “…hay que tomar en consideración que en el octubre anterior (1959) había llegado un nuevo nuncio, Lino Zanini. Quien se fijó (en ese hecho) fue el exiliado dictador argentino, Juan D. Perón, quien estaba en buenos términos con Trujillo mientras residía en Dominicana. Él le dijo al Generalísimo que se cuidara pues Zanini había aparecido en Buenos Aires y la Iglesia prontamente se volteó en su contra. Ese fue el hombre que causó mi caída. Donde quiera que ese hombre pone sus pies, causa disturbios. Ten mucho cuidado.” (pp. 86-87) Lo que no sabía Perón, y posiblemente Trujillo, es que no era el mismo nuncio, e incluso Zanín había muerto en Argentina el 4 de agosto de 1958, es decir, un año y dos meses antes de que llegara a Santo Domingo Zanini.
Otro antecedente importante fue la Carta Pastoral leída por Mons. Rafael Arias Blanco, Arzobispo de Caracas, pero redactada por el obispo Feliciano González Ascanio, el 1 de mayo del 1957, donde criticaba las acciones del dictador Marcos Pérez Jiménez en contra de la población, especialmente contra los obreros, la corrupción de dicho gobierno y los abusos de la policía contra toda expresión de disidencia. El 23 de enero del 1958 el dictador fue derrocado, a escasos 10 meses del pronunciamiento del Arzobispo.
El antecedente más relevante es la elección de Angelo Giuseppe Roncalli como Sumo Pontífice el 28 de octubre del 1959 con el nombre Juan XXIII. Este Papa, que fue escogido -dicen muchos autores- como una transición en lo que aparecía un candidato idóneo, lanzó a la Iglesia Católica a la revolución eclesial y teológica más significativa de los últimos quinientos años, superando absolutamente el Concilio de Trento que se había celebrado entre 1545 y 1563 con el objetivo de enfrentar la Reforma Protestante. La celebración del Concilio Vaticano II, iniciado por el mismo Juan XXIII y concluido por Paulo VI, puso a la Iglesia a tono con el mundo moderno y sus problemas, al menos en los papeles.
Al finalizar el siglo XIX el papa León XIII inició lo que hoy conocemos como Doctrina Social de la Iglesia, a partir de la Encíclica Rerum Novarum el 15 de mayo de 1891. En sucesivos documentos los obispos de Roma hasta el presente han estudiado a fondo la cuestión social, los conflictos entre el capital y los trabajadores, las diversas doctrinas políticas y por supuesto los temas relativos a los derechos humanos y la democracia. Por tanto, las posturas de Zanín, Arias Blanco y de los obispos dominicanos bajo el estímulo de Zanini, entre otros casos, corresponden doctrinalmente a una postura de la Iglesia Católica Romana que se inició con la Rerum Novarum y que posteriormente se cristalizó en el Concilio Vaticano II.
Sobre la Carta Pastoral leída el 31 de enero de 1960 hay muchas fuentes que identifican su origen, proceso y autoría. José Luís Sáez señala claramente su fuente de inspiración. “Lo cierto es que Mons. Lino Zanini, aun al margen de sus dificultades personales con el impositivo canciller Porfirio Herrera Báez (1956-1961), se convirtió a los tres meses de su llegada en el agente principal de la discutida y valiente carta pastoral colectiva del Episcopado, denunciando los abusos del régimen, fechada el 25 de enero de 1960, que fue leída en todas las misas de todas las parroquias del país el domingo 31 del mismo mes y año. A pesar de la reticencia, dudas o abierto miedo de algunos miembros del Episcopado, sobre todo los tres dominicanos de nacimiento, y un primer borrador de Mons. Juan Félix Pepén que no satisfacía la tónica que deseaba el Nuncio –se mantuvo secreta hasta hace poco la identidad del redactor final (Fr. Vicente Rubio, O.P.)–, hasta el arzobispo ciego, como nos cuenta su principal biógrafo Juan Esteban Belza, una vez que le leyeron despacio el texto, garabateó su firma al pie del documento, aconsejándoles que, ante todo, se mantuvieran unidos”. (La sumisión bien pagada. La Iglesia dominicana bajo la Era de Trujillo (1930-1961), pp. 56-57) Mons. Pepén, en su autobiografía titulada Un garabato de Dios. Vivencias de un testigo, señala como el proceso se inició cuando encontró en su casa de Higuey escondido a un joven vinculado al Movimiento 14 de Junio que era perseguido por los cuerpos de seguridad de Trujillo y que le narró una versión personal de las atrocidades que estaban sufriendo centenares de jóvenes en todo el país. Pepén, luego de dejar a buen resguardo al joven, se dirigió a Santo Domingo a contarle a los demás obispos y al nuncio Zanini lo que ellos también sabían por varios canales y surgió la idea de escribir una Carta Pastoral en ocasión de la Celebración de la Virgen de la Altagracia demandando el cese de la represión. Tal como señala Sáez, será el nuncio que insistirá en que el tono de la misma estuviera a la altura de las circunstancias y la redacción que conocemos fue producida por el dominico Vicente Rubio, perteneciente a la misma Orden Religiosa a la que pertenecía Antón de Montesinos y que en 1511 levantaron la voz en defensa de los atropellos cometidos por los encomenderos castellanos contra los tainos.
Al igual que no hubo un único sermón en ese Adviento del 1511, sino dos, no hubo una sola carta firmada por los obispos dominicanos el 25 de enero de 1960, sino tres: 1) La Carta Pastoral en ocasión de la fiesta de nuestra Señora de la Altagracia que fue leída el domingo 31 de enero de 1960 en todas las Iglesias del país; 2) Una carta a Rafael Leónidas Trujillo Molina presentándole la copia de la Carta Pastoral; y 3) Una notificación a los Sacerdotes de ambos cleros y a los religiosos sobre participación de carácter político. Zanini y los obispos sabían bien a lo que se enfrentaban y no querían dejar ningún detalle sin atender.
Proyecto de investigación: Connected Worlds: the caribbeans Origin of Modern World. This project has received funding from the European Union´s Horizon 2020 research and innovation programme under the Maria Solodowska Curie grant agreement N° 823846.