Una de las tentaciones mayores al detentar el poder es mostrar, como el pavo real, nuestras propias obras como virtudes y señalar los supuestos defectos de los demás gobernantes. Pero, siempre, con el ojo puesto en nuestros constituyentes, es decir, los conciudadanos del patio. El efecto internacional es mínimo porque hablamos para nosotros.

Este ejercicio es la razón de ser de la institución anual de la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas, que   -para dar cumplimiento al ideal tomado a préstamo de Inmanuel Kant y su opúsculo sobre la Paz Universal, el ideal que se asumió para buscar una organización que desterrara el fantasma de la guerra- para mostrar la consecución de la paz se juntan en un foro de diálogo en un ejercicio de soliloquios que sólo escuchamos nosotros mismos. Es decir, se convierten en monólogos presidenciales, ya que los contertulios deben ser  los ciudadanos que ostenten dicho rango y posición.

En el maratón de este año 2014, hemos sido testigos de cómo el Presidente Obama ha querido mostrarse como lo que no es: el líder enérgico que lidera al mundo frente al despotismo extremista del autodenominado Estado Islámico o Califato. La Presidente Cristina Fernández, de Argentina, ha llevado su afán en contra del filibusterismo financiero que libra en un tribunal de los Estados Unidos, mientras Nicolás Maduro, el homólogo de Venezuela, trata de darle respiro a su revolución bolivariana.

El gobernante dominicano, Presidente Danilo Medina, tuvo su turno, y expuso un “mensaje viejo, pero en odre nuevo” que ya expusieron Hipólito Mejía, y Leonel Fernández, en la misma tribuna: la urgencia de que la comunidad internacional ayude a la reconstrucción de Haití. En esta ocasión, el reclamo es ayudar a cumplir con el deber del Estado Haitiano a documentar a sus ciudadanos para efectivizar el Plan de Regulación Migratoria de la República Dominicana.

¿Quién nos escuchó? Evidentemente, como experiencia nueva de enfrentar la amenaza de las migraciones y la trata de personas, la dominicana debe estar en la mirilla de sociedades como la norteamericana, ya que el mismo Presidente Obama no ha podido cumplir su promesa electoral de resolver el problema de los indocumentados por la falta de colaboración de los extremistas del Tea Party.

Como foro internacional, en teoría, todo el mundo escuchó, pero ¿quién puso atención? En verdad que el maratón de monólogos presidenciales es un ejercicio de paciencia, mucha paciencia…