Nada más incómodo que no poder decir, que no saber, nada más incómodo que este silencio obligatorio el cual poco a poco termina siendo un molesto ruido.
El estado en que se encuentra mi cuerpo, recluido, prisionero de una cama es para otra persona, no para mí y esa otra persona ocupa,con el paso de las horas, un poco más mi estructura. No sé cómo estar, cuantas vueltas daré hasta encontrar la posición sin dolor, aquella que me permita mantenerme por horas. No sécuándo el calambre que recorre mis brazos emprenderá su vuelo.
Mis células se destruyen, mi cuerpo se ha convertido en mi propio enemigoy mi cabeza es el centro de operaciones de esta destrucción paulatina… No puedo pensar, no puedo pensar… Las palabras son esclavas del ruido del silencio.
Tengo que encontrar una salida, tengo que buscar un juguete que detenga esta avalancha de pensamientos, que ponga un freno a la mente que busca esconderse de la razón
Miro mi cara en el espejo, no parezcohaber mejorado, los números son lentos, los números aclaman una paciencia inexistente.Mis ojeras son dos surcos, las cuencas de dos pozos secos. Esos pozos son hoy mi casa, mi cama es también un pozo, donde recluida observo las horas pasar dentro de este temblor infinito.
Los libros están abandonados en su rincón, mis manos no tienen fuerzas para levantarlos y mi cabeza, mi cabeza no escucha sus palabras, solo el ruido, el molesto ruido de mi sangre rompiéndose.
Tengo que encontrar una salida, tengo que buscar un juguete que detenga esta avalancha de pensamientos, que ponga un freno a la mente que busca esconderse de la razón. Que regrese el mareo, que me lleve al otro lado, al mundo de los sueños, allí donde corro largas horas sin cansancio, donde no existe una presión comprimiendo mi cráneo… Cuando despierte tal vez haya mejorado, pueda salir de estas paredes.Cuando despierte ya no habrá ruido…El reposo es mi única salvación. ¿O no? ¿O no, doctor?