En su origen latino, un monitor era el que advertía, aconsejaba o hacía recordar. El sufijo de esta palabra también está presente en otras como amonestar, premonición, monumento e inclusive monstruo, que era un ser que traía un mensaje en nombre de los dioses, podía tener dos cabezas y por ello causaba preocupación y hasta miedo.
En la vida académica, un monitor era el que atendía más directamente el progreso de los estudiantes y les prestaba mayores explicaciones sobre la materia. A principios de siglo pasado, con el advenimiento de la producción industrial y los ya ancianos estudios de tiempo y movimiento, se popularizó mucho la palabra “monitoreo” para referirse a la observación cercana de una evolución, incluido el seguimiento de una enfermedad. Hoy día el término es de mucho uso en las finanzas, puesto que las variables que inciden en el desempeño de las empresas son cada vez más numerosas y se necesitan verdaderas cohortes de personas equipadas con tecnología de tratamiento de la información para poder seguirlas, anotarlas e interpretar sus movimientos.
Ahora que se empieza a hablar de modificar los patrones de confinamiento a los que se han sometido casi todos los países en el último mes, se hace necesario pensar en monitoreo. República Dominicana no puede contar con 11 millones de habitantes y solo haber procesado 19,280 muestras de coronavirus desde el 1 de marzo hasta el 22 de abril. Varios análisis han indicado que una gran parte del éxito en la respuesta a la enfermedad de Alemania y Corea del Sur proviene de que en esos países se han realizado, proporcionalmente, muchas más pruebas que en los demás. En comparación, aunque es cierto que su número de habitantes es mayor (poco más de 81 millones de habitantes), al 8 de abril, en la nación germana se había procesado un millón de pruebas. En resumen, por cada quinientos dominicanos se ha hecho una prueba de coronavirus y en Alemania, por cada ochenta habitantes se había hecho una prueba. ¡Hace casi un mes! No es de sorprender que la mayoría de los resultados de ellos sean negativos y aquí, positivos. Allá se está haciendo prácticamente para confirmar salud e identificar vectores de expansión a combatir, y aquí, casi para confirmar presencia del virus.
Hay una clara necesidad de conocer mejor la situación. Aún si todos los posibles afectados vivieran únicamente en San Francisco de Macorís y el gran Santo Domingo (localidades de residencia de los primeros identificados), ese es un número excesivamente bajo para la capacidad de contacto que tiene la gente.
Es cierto que ha habido confinamiento desde hace más de tres semanas, pero es iluso pensar que no ha habido trazas que puedan identificar el desplazamiento del virus a través de poblaciones. Hay gente trabajando en ello. Pero necesitan ayuda. Una posible colaboración podría ser cribar la población que se reintegrará a la movilidad por el criterio de presencia de antivirus.
El condicionamiento por pruebas es un elemento común en varios de los planes de reactivación económica que empiezan a florecer con tanta prodigalidad como en su momento florecían las noticias sobre nuevos tratamientos para esta enfermedad. Se han presentado propuestas de reactivación por estados, por consultores y por sectores de actividad y algunas de ellas toman en cuenta la inserción a mediano y a largo plazo. En el sector salud se empieza a estudiar cuál es la duración promedio de las hospitalizaciones para calcular el número de hospitales que eventualmente habrá que construir. Se hace necesario dejarse aconsejar de los datos y que el mismo proceso monitoreo siga parámetros de idoneidad y ética. No vaya a ser que lo que tengamos serán situaciones verdaderamente monstruosas. ¡Y a largo plazo!