A casi 5 meses de las elecciones presidenciales, legislativas y municipales, pautadas para el 15 de mayo de 2016, el potable Luis Abinader se presenta ya como una amenaza para desalojar del poder ejecutivo al hasta ahora bien ponderado presidente Danilo Medina y su cohorte gubernamental.
Según un informe fresco fiable, Abinader pasó la barrera de los 30 puntos, acercándose amenazadoramente a los 35 de intención del voto, y Medina ha bajado de la barrera de los 50 puntos, oscilando entre los 45 y los 48, de donde podría decirse que, más que menos, podrían estar bailando pegados para finales de marzo de 2016, esto es, con diferencias oscilantes entre los 4 y los 6 puntos, siempre a favor de Danilo.
Las principales desventajas de Abinader en estos momentos residen en sus estados de indefinición, o de definición relativa, frente a temas palpitantes como el de las claras intenciones de homogenizar la isla con la permanencia del millón ya ingresado y el ingreso de un nuevo millón de haitianos arrabalizadores, el de la absurda y ridícula Política de Estado internacional del presidente Obama de fomento de la “cultura Gay” bajo el ornamento de la protección de sus derechos –que muchos compartimos-, que recuerda en mucho la elevación del chisme a la categoría de asunto de Estado la vez aquella que le pasaron juicio al curvado pene del presidente Climpton, convirtiendo así al miembro viril en “nombre que es noticia”, en “personaje que hace historia” desde el lead de la noticia.
Otro perfil de franca debilidad, y de alto riesgo para él, lo ha constituido la alianza bizca con la “franquicia” del PRSC, que resulta relativamente acertada pero que se trasunta bizquera ante la simple posibilidad de que un poco acreditado Quique Antúm pudiera ser su compañero de boleta vicepresidencial. Esa posibilidad podría ser motivo de congelación de su crecimiento, y si acaso eso se materializara la pela de calzón quitao que le darían sólo sería comparable con la que le dio Hipólito Mejía a Danilo Medina en el 2000.
Abinader es más candidato presidencial hoy por hoy que seis semanas atrás y poco a poco pareciera ir convenciendo a un segmento de votantes que esperan de él que los convenza de que, más que esperanza, representaría un cambio frente a las tantas postalitas repetidas en la presente y casi probable siguiente administración.
Pero ni Danilo Medina ni el PLD son flaicitos al píchert en campañas electorales. Son fieras educadas, gente que casi han desarrollado la comunicación vial intra interconectando la capital y a la Nación, que han transformado y eficientizado la administración pública, con una larga hoja de servicios, aunque, como todo gran poder, con zonas de ahuecamientos que analizaremos en otra entrega.
Entretanto que Luis Abinader sepa que sin definición clara de su perfil nacionalista –no hay que ser anti nada- “los Vinchos” no sólo podrían comerle los caramelos, sino convertirse en la pieza del tranque en primera vuelta y en la solución final en la segunda.
Y que sepa que a esos nacionalistas furiosos no se les apretaría el pecho para dejarlo boyar en una segunda vuelta, a merced de los tiburones de palacio y de fuera de palacio, y que estos tiburones serían capaces de acomodarse a los requerimientos de “los Vinchos” con tal de completar sus 20 años en el poder.
(“¡A ver! ¡A ver! ¡A mover la colita!/ Y si no la mueve se te puede quedar chiquita!”).