“Allí donde el mando es codiciado y disputado no puede haber buen gobierno ni reinará la concordia”-Platón.
El tercer informe de la Cepal El desafío social en tiempos del COVID-19 es terriblemente desalentador y dibuja magistralmente lo que espera a las naciones hispanoamericanas durante todo el curso del próximo año, si es que las naciones desarrolladas no logran una vacuna efectiva contra el SARS-CoV-2 hacia finales de este año. ¡Todos están de acuerdo en que el mundo debe salir cuanto antes del enclaustramiento y la inactividad social y económica!
El golpe del repentino virus es doblemente desestabilizante por varias razones. La pandemia sorprende a la región en una situación general de bajo crecimiento, salvo raras excepciones, entre las que nos encontramos por ventura los dominicanos. En adición, nuestra zona es una de las que se destaca por sus impresionantes niveles de desigualdad y vulnerabilidad, con tendencias crecientes en la pobreza y pobreza extrema.
No menos importante, como destaca la Cepal, es la cohesión social debilitada, el progresivo descontento popular que se expresa en masivas protestas o en bruscos giros de las preferencias electorales en el período previo a la crisis global actual. Nosotros no somos la excepción. Estamos viviendo en una sociedad dividida, con graves erosiones en lo que llamaríamos unidad nacional.
La división del PLD fragmentó más al país y agudizó duros y fundados cuestionamientos a su élite dirigente, señalada no solo por sus ambiciones materiales y vergonzosos ejemplos de enriquecimiento al vapor, sino también por la más absoluta falta de límites morales. La imposición del Penco como candidato presidencial, pone en evidencia que el clientelismo criollo arriba a su más espectacular apogeo, mostrando a la población que no hay norma que no pueda ser vadeada transitando por los barrizales más inconcebibles.
La imposición, que no la elección, de este señor, no solo dividió más a un país cansado de la politiquería desvergonzadamente utilitaria, sino que contribuyó a fragmentar de manera muy significativa las estables simpatías del PLD dentro de la misma Administración.
El PLD caldeó en su contra, por los afanes hegemónicos del presidente y sus planes reeleccionistas, los ánimos de la clase media y de los estratos menos favorecidos de la población. Unos y otros buscan ahora alternativas en el PRM y la FP, aunque muchas son las razones troncales para dudar que esos dos partidos, juntos o separados, puedan impulsar los cambios que reclama la sociedad dominicana de nuestros días.
Con todo, son las opciones “diferentes” que tenemos en momentos en que millones de dominicanos se enfrentan al dilema de salir a buscar dinero y caer presos o morir de hambre mirando televisión. Creemos que esta coyuntura tan onerosa, ahora con el ingrediente de una desescalada riesgosa e inevitable a estas alturas, nos obliga a todos a pensar, con un alto sentido de responsabilidad nacional, sobre la importancia de nuestro voto en las elecciones presidenciales y congresuales próximas.
Es que, de acuerdo las proyecciones de la Cepal, lo que le espera a la próxima Administración no es para nada de fáciles soluciones. Por ejemplo, la pobreza extrema y la pobreza se incrementarán; las familias que reciben remesas verían su pobreza pasar de 33.3% (con ayuda exterior) a 60.8% (sin remesas), para un aumento de 27.6%, y probablemente el índice de Gini (un indicador de la desigualdad) pasaría de 0,5% a 1.4%. En estas proyecciones de la Cepal habría que descontar el efecto de los programas asistencialistas actuales del Gobierno. No obstante, comoquiera el panorama luce sombrío.
Hoy la situación es ya muy difícil para las mujeres, los trabajadores informales, las trabajadoras domésticas remuneradas, los niños, niñas y adolescentes, los jóvenes recién graduados, los envejecientes, la fracción rural de la población, los discapacitados, los inmigrantes y todos los estratos de ingresos bajos y medios. Las pérdidas del turismo y otros servicios, de las manufacturas, agroindustrias y pequeñas y medianas empresas arriban al pico de lo que pueden sobrellevar, con todo y el auxilio del Gobierno.
No deberíamos hablar de control alguno de la situación. Por el contrario, la anunciada “desescalada” habrá de tener un alto costo en vidas: el inevitable “daño colateral” del anunciado programa de reactivación anunciado por el presidente el domingo 18. Peor aún, es posible que, como otros países que perdieron la razón con el entusiasmo, nos veamos obligados a dar marcha atrás.
Debemos reflexionar y sacar conclusiones válidas. Lo que sí está claro es que el pueblo dominicano no se prestaría ya a más desilusiones, estafas y chantajes políticos. No tener esto en cuenta podría llevar al país a niveles insospechados de malestar, desconfianza, rebeldía y desafección democrática. ¡Extremo cuidado!
Elijamos bien al próximo equipo político en las elecciones venideras. Recordemos que el triunfador o bien puede sacar a la nación de este tremendo aprieto económico, social y de salud, o lanzarla al vacío del caos y el retroceso en la muy peligrosa tierra movediza de los grandes problemas que dejará esta crisis.