Las fuerzas revolucionarias y progresistas tienen una magnífica oportunidad para ganar el corazón de la población. La existencia de varias organizaciones políticas reconocidas por la Junta Central Electoral, brinda la ocasión para crear una “Alternativa Política Progresista” que pueda competir con los partidos políticos que se alternan el poder.
Esa competencia no debe limitarse única y exclusivamente al periodo electoral, sino en incursionar en las grandes jornadas de luchas que se escenifican en todo el territorio nacional, incluyendo el diálogo de Abinader y las movilizaciones de ambientalistas, campesinos, tres causales, etcétera.
Arrebatarles, con la lucha, conquistas democráticas conculcadas y profundizar el proceso democrático, es la clave. El grupo dominante solo conoce la democracia del embudo, y la aplica en forma brutal sin miramiento alguno. Por el momento, no tienen oposición, "van en coche".
El gobierno del presidente Abinader y el PRM, hay que confrontarlo, con inteligencia y habilidad, y desenmascarar sus verdaderas intenciones. Sus planes de reforma constitucional y las 13 medidas para ser discutidas, deben ser abordadas en su madriguera, no aislarse del proceso. En la etapa democrática se combinan el debate de ideas, en cualquier escenario, con democracia de calle.
La gran dificultad podría ocurrir en el diagnóstico al observar la situación económica, política y social de la sociedad; en función de la etapa democrática por la que atraviesa el capitalismo en países como el nuestro, dependiente y subdesarrollado. Esto provocaría confundir el momento, asumiendo una posición muy alejada de la realidad.
Pero también, si no se tiene vista de águila en el análisis de la configuración de clases de los sectores dominantes y sus contradicciones que los mantienen en lucha, soterrada, por el poder. Esto es vital comprenderlo, para no quedarse en pronunciamientos superficiales que se limiten en denuncias y acusaciones, obviando sus movimientos.
No estoy llamando a conciliar con la clase dominante ni mucho menos arriar la bandera lucha. Es que tenemos que sintonizar con la realidad objetiva para que nuestros pasos y accionar, vayan acordes con un plan a corto y mediano plazo muy bien diseñado, para no colocar la carreta delante de los bueyes.
La lucha apena comienzan. El gobierno maneja muy bien la persecución de la corrupción con sus “planes tácticos y estratégicos”. Debemos impulsar la profundización de la condena de los actos delictivos en el manejo de la administración pública y de actividades con el narcotráfico. La sociedad será estremecida con las medidas aplicadas derivadas de la reforma fiscal y tributaria. Aquí no quedará espacio sin cargarlo con nuevos impuestos, se requiere más dinero y los afanes continuistas se ven de lejos, y para eso se busca cuantiosos recursos.
El momento es para agrupar nuestras organizaciones y personalidades y crear una sólida Alternativa Política Progresista que incida en la sociedad, en sus fuerzas motrices. Aprovechando el descrédito y desgaste de la partidocracia y un gobierno que se aleja de la población para favorecer a los ricos; ese agrupamiento podrá convertirse en una verdadera opción de poder.
Ante una dura realidad:
Arrastramos, en el campo de la revolución, un déficit brutal de activos. Al compararlo con épocas pasadas, comprobamos de que muchos se han devaluado, dañados por usos inadecuados y retirados por antigüedad en el servicio. Y otros, han cruzado a la acera del frente. Sin olvidar, con mucho orgullo a aquellos que se han mantenido sin dobleces, como el pino de las montañas.
La profunda división y la dispersión, no permiten acumular fuerza; la falta de liderazgo creíble y con poder de convocatoria, nos marginan del proceso en forma dolorosa; el nivel organizativo y de limitación teórica, hacen mella al interactuar con la población. En fin, nos imposibilitan aprovechar un momento tan difícil, dirigido por un grupo social dominante sagaz, con intereses de clase muy marcado.
A pesar de todo, con todas las debilidades del mundo, el presente y futuro es promisorio. El movimiento revolucionario y progresista se mantienen en pie de lucha, y en forma individual han conquistado importantes espacios sociales, populares, profesionales, sindicales y campesinos.
Hasta ahora, se ha comprobado que las veces que han actuado juntos, las experiencias son positivas y los resultados, muy aleccionadores. La vocación unitaria, no de boca ni en las redes sociales, debe ser pulida para que llegue a la base orgánica con orientaciones políticas que consoliden el proceso unitario.
Si logramos unificar esfuerzos, voluntades y trabajo, la presencia de los revolucionarios y el progresismo se sentirá con fuerza en la vida nacional, y en particular en sus fuerzas sociales y políticas.
Hay que empezar a construir una “Alternativa Política Progresista” que impacte en forma positiva en la sociedad, la correlación de fuerza se inclinaría lentamente. El descrédito de los políticos, desenmascara sus reales intenciones de enriquecerse, enajenar los bienes del Estado y estar al servicio del poder extranjero. Es inaceptable.