Antes de asumir la presidencia de la República el doctor Leonel Fernández no hacía galas de ser un adepto asiduo de los templos. El derecho, las comunicaciones, las autopistas del conocimiento, la política eran algunos de los temas predilectos del político peledeista de entonces, joven que nada predestinaba más que a otro a alcanzar un puesto de tan alto reconocimiento.

Luego, con su paso a la presidencia surgieron nuevas ondas de pensamiento a la altura de su cargo, una visión económica neo liberal, o cómo implantar en la República Dominicana el sueño americano y hacer de Santo Domingo un Nueva York chiquito. Gracias a su verbo y a una coyuntura económica favorable se transformó en un experto nacional e internacional en temas de economía local y global. Su personalidad también se creció alimentada por la adulación y la hipocresía inherentes a quienes rodean al jefe.

Han pasado los años y el modelo económico ha dejado entrever sus fallas y las charlas sobre la excelencia de ese modelo encantan más en los foros internacionales que en los locales. De buenas a primeras, descubrimos en estos tiempos un tanto revueltos una nueva inclinación del ex presidente hacia la divulgación de la vida de figuras religiosas emblemáticas. Los asiduos lectores de Leonel Fernández están llamados a conocer de manera “wikipédica” la vida de iconos de la talla de Moisés, Buda y Jesús.

Como sus seguidores se nutren de la palabra del líder cabe preguntarse si el ex presidente ha llegado a una etapa de su vida que quisiera dedicar a la meditación. Como sus actos todavía no reflejan tal inclinación hay entonces que preguntarse si no habría algunos mensajes escondidos en estos temas.

Si se analizan los escritos publicados por el ex mandatario en el Listín Diario sale a relucir que estas tres figuras religiosas tienen en común haber sido líderes que lucharon “en beneficio  de los que tienen hambre y sed de justicia, de los que sufren dolor, de los vituperados y calumniados, y de los que son perseguidos”; y que sufrieron de una manera u otra, ya que “las tramas, intrigas y maquinaciones urdidas con el aborrecible propósito de difamar y desacreditar, son tan viejas como la propia historia de la humanidad”.

Otro punto de similitud es que ninguno de ellos huyó frente a la adversidad: “Nunca debemos huir de los problemas. Debemos enfrentarlos cual un elefante que es entrenado para enfrentar flechas disparadas contra él de distintas direcciones. La verdad siempre saldrá a relucir sin importar el tiempo que pase. No te preocupes, nadie puede hacer daño a la reputación por más de siete días.”

Indudablemente, quien sigue un poco el acontecer político está en la casi obligación de preguntarse si no habría algún tipo de identificación del líder dominicano con estos tres antiguos guías espirituales de tres de las religiones que han tenido un grandísimo impacto en el quehacer de la humanidad.

Si bien algunos podrían ver este fenómeno de asimilación como una pérdida de contacto con la realidad, otros pueden pensar que Leonel Fernández está llamado por el destino a nuevas grandes hazañas. De ahí su mensaje, en el que se presenta como invencible por su parentesco con los dioses y sus representantes.