Recientemente se me solicitó una consulta por parte de una brillante estudiante de una Maestría sobre el hecho, no siempre evidente, de que la sociedad dominicana fuera impactada por la modernidad en los últimos 40 años, y por tanto ha ido borrando prácticas tradicionales de su cotidianidad, lo cual veo improbable.
La modernidad venida algo tarde a nuestros laterales caribeños con excepción de Cuba, trajo consigo distorsiones de sus propósitos y arrastra en sus implicaciones de avance y progreso, grandes lagunas. Lo cierto es que el campo dominicano, por dónde andaba la inquietud de la maestranda y que me inspiró este artículo, era saber si todavía muchos hábitos de vida rurales seguían al mismo tiempo que la modernidad ganaba terreno en nuestros campos y ciudades, por eso hablo de cambios como una interrogante del título de este artículo y agrego al debate con ella lo de mentalidad.
Las mentalidades se transforman más lentas que los componentes modernistas ligados a las obras de infraestructuras, tecnologías, publicidad, urbanismo, la moda y otros inevitables recursos de la modernidad como los estilos de vida y la masificación de los medios de comunicación.
Sin embargo, siendo conservador en el análisis, creo que las mentalidades de nuestros países son más lentas al moverse sus estructuras mentales que son a la larga, el motor de los cambios interiores que permiten relacionar modernidad con tradicionalidad y en algunos casos, compaginarlas o acomodarlas.
Creo que en nuestros campos se ven imágenes parecidas a los finales del siglo XIX, y muy cercas de ellas, en este real imaginario, se ven imágenes de lo último de la moda. Los bidones que dejan los repartidores para recoger la leche de nuestros campos están ahí todavía, familias con dos o tres vacas que se alimentan de sus leches son parte de la cotidianidad rural.
Lo es también la enramada y la noción de que el espacio público sigue siendo parte de tu privacidad pues la gente camina en las calles y carreteras como si fuera en el callejón de la casa y socializa alrededor de un poste de luz casi encima de la carretera, lo cual supone una mentalidad rural.
Siempre me ha llamado la atención el letrero de algunos elevados: no carretas, no motores, no bicicletas, es decir si ponemos la carreta, símbolo por antonomasia del mundo rural, es porque en las ciudades, el elevado, símbolo por antonomasia también de la modernidad infraestructural, es porque se ve contaminados por la tradicionalidad y como la mentalidad sigue siendo rural, hay que impedirlo, de lo contrario nos encontramos con una carreta vendiendo naranja en pleno elevado y peor aún, conductores comprándole, sinónimo de una mentalidad igualmente rural.
El campo nuestro por ser el más distante o el menos afectado del impacto de los aires modernistas, tiende a conservar expresiones y modos de vida tradicionales en los hábitos de vestir, socializar, gastronómicos, de divertimento y de preservación de tradiciones culturales ancestrales y patrimoniales importantes.
Si bien hay muchos campos ya donde la tecnología de la comunicación está presente como podemos notar en las parábolas rojas que se encuentran por doquier, en las prácticas cotidianas no veo que se haya transformado mucho la manera de pensar de mucha gente del campo, aunque tengan el último celular del año, lo usan en muchos casos, para trivialidades como ordenar la comida del mediodía o saber si todo está bien en la casa, y la modernidad es más que eso, es un cambio de mentalidad que va más allá de una obra de infraestructura o de una tecnología, es un reto al futuro, un paradigma.
Por tanto, modernidad y tradicionalidad en sociedades como las nuestras ha llevado a los antropólogos ,sobre todo norteamericanos a hablar de sociedades folk, es decir aquellas que mantienen sus tradiciones, a pesar de la modernidad, de las ciudades cosmopolitas y los cambios sugerentes, por eso es frecuente en la ciudad Federal de México, la más grande en territorio y población de América Latina, ver gentes actualizadas en hábitos, formas de vida y tecnologías, e indígenas, en plena ciudad, al estilo propio de sus tradiciones de mil años atrás, esas son sociedades folk, que son también visibles en Ecuador, Perú y Bolivia, entre otras.
En nuestro país salir un perímetro de 15 a 20 kilómetros fuera de los grandes centros urbanos de Santo Domingo o Santiago, por solo mencionar estas dos, nos encontramos con las costumbres y formas culturales de la Sabana larga del Espíritu Santo, en el caso de la capital, con un conjunto de manifestaciones culturales que, si bien han ido cambiando, nos trasladan a un pasado lejano.
Por eso creo que muchas prácticas rurales antiguas de vida y hábitos de comportamiento, en algunos casos se mantienen iguales, como cuidar santos, celebraciones de la cultura popular y tradicional, conviviendo sin conflictos y acomodadas a la vez, a la modernidad, entendida, practicada y asumida a la manera dominicana ,en la que lo rural y lo urbano, el campo y la ciudad y lo moderno y lo tradicional se dan la mano, no tanto como en el ejemplo mexicano…porque aquí a veces se distancian.