Con frecuencia los políticos hablan de la falta de recursos para atender necesidades prioritarias, pero en cada periodo navideño se gastan cifras escandalosas en canastas, dejando una buena parte de ellas para halagar a personajes importantes del mundo mediático, lo que felizmente esta administración parece haber suspendido. Los principales de oposición, que suelen acusar a a los presidentes de incurrir en estos excesos, no se quedan atrás, haciendo erogaciones millonarias para emular ese humillante ejercicio de culto a la pobreza, con el único propósito de ganar adeptos y conseguir votos en cada elección de mayo.
El clientelismo es, inobjetablemente, uno de los peores vicios del sistema político dominicano. Y en cada temporada navideña y en periodos electorales esa odiosa práctica alcanza alturas inimaginables, comercializando sin piedad alguna la inmensa y creciente pobreza material del pueblo, obligándole a hacer largas colas bajo intenso sol y copiosas lluvias, desde tempranas horas del día, para recibir una pequeña funda de alimentos o un juguete para sus hijos.
El viejo discurso prometiendo acciones contra la pobreza ha sido y sigue siendo una de las más crueles hipocresías de la clase política. La eliminación de ese terrible mal implicaría la muerte de toda esa generación de políticos que ha dominado la escena nacional durante décadas. Los despojaría del arma retórica con la que han sojuzgado a la mayoría de la población hambrienta y sedienta, que entrega su voto por una magra ración de alimentos.
Por eso nos urgen más recursos en el área de la educación, para dotar a las presentes y futuras generaciones de la única arma con la que podrán combatir la enorme desventura de haber nacido pobres. Una educación pública de calidad liberará a la mayoría de nuestro pueblo de la ignorancia; la peor forma de esclavitud conocida.