En un año bisiesto, 29 de febrero de 1929 nació Rosa Abreu Rodríguez en el Balcón-Estancita, Jarabacoa. Su reciente muerte (31 de agosto 2017) me afecta notablemente, nos unían fuertes lazos afectivos y de amistad (abuela paterna de mi hijo e hijas). Igualmente ha conmovido fuertemente a su extensa familia, 13 hijos e hijas, 45 nietos(as) y 30 biznietos(as) procreada junto a Francisco Javier Delgado Quezada (Don Biro) en una relación matrimonial muy especial con alto nivel de compenetración durante 69 años.
Doña Rosita es el ejemplo de la mujer campesina empoderada que asume dobles y triples jornadas desde la combinación de las labores reproductivas (maternidad-quehaceres domésticos-cuidado-crianza-conyugal) con una intensa participación comunitaria en un contexto rural lleno de precariedades, escasez y pobreza.
La mirada a la historia de la líder campesina y religiosa que fue Doña Rosita supone destacar su continuo afán por organizar a las mujeres para romper con los círculos de pobreza y subordinación en los que están envueltas. Solo cursó estudios primarios en su niñez, terminó sus estudios con la Escuela Radiofónica Santa María en su adultez y realizó cursos de corte-confección y enfermería.
Los pilares sobre los que trabajó incansablemente en su aporte al desarrollo de la comunidad fueron: educación, salud, y ámbito socio-económico, fundamentales para el desarrollo humano. Siendo promotora de MUDE en la década de los 80´organizó unas 25 asociaciones de mujeres campesinas en Jarabacoa y unas 200 en el ámbito nacional. Gestionó para estas asociaciones préstamos y formación de microempresas de: panadería, fábrica de quesos, producción apícola y avícola, así como en ganadería y crianza porcina.
En el área de la salud Doña Rosita gestionó el establecimiento de la clínica rural del Balcón-Estancita así como múltiples operativos médicos y odontológicos. Al igual que abrió canales para que su comunidad recibiera servicios de salud lo hizo también en el área educativa. Junto a su esposo Don Biro Delgado, también líder comunitario y diácono, desarrollaron grandes esfuerzos para la construcción de la escuela de Estancita-Jarabacoa la cual funcionó hasta finales de los 90 con personal docente pagado por la comunidad. Doña Rosita hacia recolectas en la comunidad y en su familia para ello.
Durante varias décadas el centro educativo funcionó como escuela rural multigrado con maestros y maestras pagados por la comunidad. En el mismo local de madera y techo de zinc construido por la comunidad, funcionaba el centro comunal que se convirtió luego en Capilla Santa Ana. Doña Rosita hacia recolectas en la comunidad y en su familia para obtener un ingreso fijo para el personal docente hasta lograr su nombramiento a finales de los 90. En muchas comunidades del país se reproduce esta práctica de capital social, escuelas instaladas con esfuerzo de la comunidad, maestros y maestras pagados con esfuerzo comunitario.
La celebración de la muerte en forma digna en la comunidad era otra de las tareas que asumía Doña Rosita. Ella aportaba en la organización de los conocidos “gremios” o “sociedades de apoyo mutuo” que son cooperativas de ahorro informal organizadas en redes con aporte colectivo tan presentes en nuestras comunidades rurales y algunas urbano-marginales.
Ella no se conformaba con gestionar recursos para su comunidad sino que se extendía a muchas otras comunidades rurales del municipio de Jarabacoa como: La Guázara, El Pomo, La Peña, Juan Alvarez, y muchas otras… comunidades a las que ella dedicó tiempo y esfuerzo aportando en la gestión de canales de oportunidades para su desarrollo.
Vemos en Doña Rosita el ejemplo de una mujer forjadora de cultura de paz. Una cultura de paz construida en la cotidianidad, rompiendo con muchas barreras y obstáculos generados desde una sociedad patriarcal y con altos niveles de desigualdad e inequidad. La frase principal de Doña Rosita era “siempre se puede”, para ella no había muros, paredes, fronteras que no pudiesen ser transformadas en caminos para lograr el bienestar común y el desarrollo integral.
Este artículo fue publicado originalmente en el periódico HOY