La primera década del siglo XXI ha evidenciado que el modelo de movilidad urbana implementado en los principales centros urbanos de la geografía nacional se agota a pasos acelerados, desencadenando una estela de frustración, angustia e impotencia al desplazarnos por las principales calles y avenidas de nuestra ciudad.

El incremento exponencial del número de habitantes que reside, trabaja o circunda los centros urbanos se desarrolla junto a la voracidad de apropiación del suelo; dejando a la improvisación el desarrollo de las ciudades y de los sistemas que la componen. Ante este aumento de la ocupación territorial se requieren de los medios necesarios para que los desplazamientos se realicen con efectividad; lamentablemente en la actualidad son proporcionados en un clima de irrespeto, ineficiencia y peligrosidad.

A pesar de que los datos proporcionados por la DGII señalan el aumento continuo del parque vehicular; la estratificación social de la sociedad dominicana certifica que solo las minorías pueden acceder a estos bienes, dejando pocas opciones de desplazamiento para los segmentos poblacionales de menos recursos.

Esta evidencia ratifica la necesidad de construir un nuevo modelo de movilidad urbana que mejore las inversiones en el transporte colectivo convencional brindando opciones a los usuarios con el fin de liberar las calles del caos. La construcción de más kilómetros de rieles sin una correcta articulación de la realidad urbana, no proveerá la solución definitiva al desorden que nos envuelve.

El modelo que ha primado en las últimas décadas, debilita la credibilidad del estado y al mismo tiempo robustece la informalidad como única opción para salir del atolladero en que nos encontramos. Sin embargo esta informalidad solo contribuye a que la inseguridad pueda colarse para hacer daño y embarrar la seriedad de muchos hombres y mujeres que trabajan en el sector de forma honrada.

Este modelo continúa haciendo esfuerzos en mejorar la circulación vial; lamentablemente la construcción de más kilómetros viales solo permitirá que el parque vehicular privado (utilizado por la minoría) siga incrementando, agravando los problemas actuales en la medida que nuevas unidades se unan a las ya existentes en la producción de contaminantes que deterioran la calidad del ambiente.

Las ciudades como elementos en constante cambio necesitan que sus sistemas evolucionen ante las realidades de los tiempos en que nos encontramos; los altos precios de los combustibles, la contaminación ambiental, los tediosos tapones, las perdidas en el presupuesto familiar y los accidentes son algunos de los componentes que evidencian la necesidad de transformar el modelo de movilidad urbana que ha primado en la Republica Dominicana.

Un modelo histórico basado fundamentalmente en la informalidad y la improvisación, contribuyendo a la exclusión social y al deterioro de la calidad de vida de todos los dominicanos.