Ahora que el mercado turístico mundial registra una fuerte tendencia en el turista a preferir las “experiencias auténticas” en el país anfitrión, conviene repasar algunos aspectos de nuestro sector turístico que debemos reconfigurar para ser más auténticos. Ciertos mitos que se aúpan constantemente le hacen daño a nuestra imagen porque eventualmente repercuten en una disminución del nivel de satisfacción del visitante. Aquellos nacionales que se aferran a esos mitos porque se benefician de su perpetuación deberán ceder paso a la suprema prioridad de los intereses colectivos.

Por suerte, ya hemos dejado atrás algunos mitos de antaño.  En nuestra promoción turística, por ejemplo, ya no apelamos a aquel slogan que nos vendía como “El Secreto Mejor Guardado del Caribe”. Ya no tenemos nada de secreto porque somos hoy el principal destino turístico del Caribe, con llegadas de más de seis millones de visitantes extranjeros de via aérea y más de 500 vuelos internacionales que aterrizan semanalmente en Punta Cana. Por otro lado, en algún rincón del imaginario popular todavía persiste la falsa creencia de que somos “el mejor país del mundo”, una jactancia que puede llevarnos a dormirnos en nuestros laureles. Pero con dos millones y medio de dominicanos que viven en el “primer mundo” ya esa creencia se ha aminorado mucho y ha calado hondo la conciencia de que debemos competir con otros países (https://www.diariolibre.com/noticias/flatulencias-tursticas-FMDL263024).

Uno de los nueve saltos del Rio Jima.

Un mito de larga data que todavía perdura es el de que tenemos una industria turística “dominicana”.  En un sinnúmero de peroratas públicas los hablantes se pronuncian con orgullo en ese sentido.  Pero tales pronunciamientos deben enmendarse.  Si el segmento hotelero es la zapata fundamental del sector y de las 86,000 habitaciones de que disponemos un 97% son de propiedad extranjera, no podemos ufanarnos de que la industria sea “dominicana”.  Lo que tenemos es una industria turística internacional en territorio dominicano. Y de tal redefinición se derivan algunas consecuencias importantes, una de las cuales es que la salud del sector depende en gran medida de los extranjeros, especialmente de las cadenas hoteleras multinacionales que están verticalmente integradas y que compiten a nivel mundial.

Otra importante consecuencia tiene que ver con el liderazgo visible del sector.  En los medios de prensa abundan las opiniones de algunos nacionales que aparecen ante la opinión pública como los visionarios autorizados del sector. Casi siempre estos representan los intereses gremiales (ASONAHORES), mientras otros observadores proyectan la imagen de fieros defensores de la actividad (ADOMPRETUR). Estos últimos casi siempre toman su señal directriz de los primeros. Pero los planteamientos de ambos no siempre coinciden con los intereses colectivos de la población, además de abrogarse un rol de líderes sectoriales que en verdad no les corresponde en materia de la política pública.

Esta situación no es conveniente porque los que aparentan ser líderes tienden a dominar la agenda pública. Los políticos que manejan el Estado tienden a plegarse a sus peticiones con el pretexto de que deben mantener a los propietarios extranjeros contentos para que sigan expandiendo sus inversiones en el país. Pero esa práctica del manejo estatal está muy mal encaminada ya que los intereses de los privados no siempre coinciden con los intereses colectivos. El mejor ejemplo es el del reclamo de los hoteleros para que el Estado se endeude con US$90 millones más para poner al centro histórico de Santo Domingo como un parque temático con la excusa de hacerlo más atractivo. Eso no refleja la máxima prioridad estatal de detonar el desarrollo turístico en las regiones más pobres del país (Pedernales, Montecristi), lo cual requeriría esos fondos. Los extranjeros seguirán visitando el centro histórico aunque no se le gaste más dinero por ahora y la muestra es que las visitas se han duplicado después de que se inaugurara la Autopista del Coral, la cual acorta el tiempo de viaje desde Bavaro-Punta Cana.

Otro ejemplo es el mil veces repetido reclamo por un aumento en los fondos públicos destinados a la promoción turística internacional. La petición es legítima en tanto los hoteleros tienen el derecho de pedir ayuda estatal (aun cuando su contribución fiscal sea muy pobre), pero eso soslaya la importante consideración de que son ellos los principales responsables de vender su propio producto. Es a ellos a quienes les compete gastar en promover sus hoteles. (Imaginemos una situación insólita en que los cementeros le pidan al Estado que le haga publicidad a su producto, o que los productores de tabaco y guineo le pidan que les promocione sus productos en el exterior.) Al país le conviene darle mantenimiento a su imagen turística en el exterior porque así también atrae la inversión extranjera, pero eso no debería significar un gasto mayor a los US$20 millones anuales (y hemos estado gastando dos y tres veces esa cantidad).

Estos desencuentros entre los objetivos de la política pública y las peticiones de los privados del sector turístico distorsionan la imagen del sector frente a la opinión pública. En verdad los líderes de ASONAHORES y uno que otro personero del turismo casi siempre representan los intereses de los propietarios hoteleros extranjeros que son los mayoritarios. Pero se debe buscar una fórmula para que los extranjeros sean quienes pidan pública y directamente al Estado la atención a sus necesidades. Los extranjeros deben predominar visiblemente en el liderazgo de ASONAHORES para que el país sepa de donde vienen las peticiones.  Mantener el mito de que los nacionales son los verdaderos líderes no le conviene al país porque así la población no se percata de que la presencia internacional en la industria es la dominante. Crear apariencias espurias con poses distorsionantes no contribuye a la autenticidad (https://bohionews.com/experiencias-turisticas-autenticas/).

Algo parecido pasa con el rol que juega ADOMPRETUR. Sus líderes a veces aparecen como los que deben trazarle pauta a la política pública, habida cuenta de que se presentan como los vendedores de los atractivos del país. Pero los personeros de ADOMPRETUR no son los que traen los turistas extranjeros al país: ellos no manejan la promoción en los mercados emisores ni son quienes conocen mejor la industria a nivel internacional. Ellos podrían ser quienes, a través de sus trabajos de prensa, vendan los atractivos a la parte de población que puede hacer turismo interno.  Pero de ahí a tener un rol importante en la promoción de la imagen turística del país en el exterior hay una gran distancia.  Hace tiempo que ADOMPRETUR debió repensar su rol institucional y mientras no lo haga seguirá siendo solo un club de aficionados al turismo.

Una manera de ADOMPRETUR mejorar su contribución al sector seria con periodismo de investigación que vaya más allá de la proyección de atractivos.  Esto ayudaría a destronar el mito de que los reportajes más importantes son aquellos que, bañados por una colosal aridez, solo reportan el movimiento de las estadísticas del flujo. Mucho mejor serian reportajes que investiguen los mercados emisores, la competencia regional y mundial, los destinos emergentes, las tendencias del turismo tropical, las falencias de los municipios turísticos, los niveles comparativos de satisfacción de los turistas, las iniciativas internacionales de la OMT y su proyección en el país, etc. Son muchísimos los temas de investigación –y las posibles propuestas que se deriven de ellos — que elevarían el nivel de conciencia de la población acerca de las perspectivas de nuestra principal industria.  El MITUR podría dedicar unos diez millones de pesos en el primer año para estimular, a través de concursos donde se evalúen propuestas de investigacion, la producción de este tipo de artículos de prensa y mantener un programa anual para apoyar el desarrollo de la prensa turística que este más en sintonía con las necesidades..

El periodismo turístico debe abandonar, además, la desfasada creencia de que reportando solo las estadísticas están haciendo la gran contribución a la política pública y a la población.  Es preciso ponerle más atención a la evolución de los ingresos por turismo que al aumento del volumen de visitantes, escudriñando las razones de esa evolución y precisando lo que le queda al país como ingreso neto de divisas cuando se descuenta el costo de las importaciones del sector (40-50%).  También es preciso reclamar que el manejo de las estadísticas turísticas migre del Banco Central a la ONE.  Para eso están los numerosos estudios que se han elaborado con ese fin y los fondos asignados (y todavía no gastados) al subproyecto correspondiente del Componente de Gestión Turística del Programa de Fomento al Turismo de la Ciudad Colonial.

En adición, los actuales líderes de ASONAHORES deben demandar que se liquide a CORPHOTELS.  El mito de que todavía es necesario que el Estado sea propietario de 21 hoteles es una garrafal aberración, solo explicada porque los intereses creados tienen a los políticos maniatados (o en contubernio).  Con lo que el Estado devenga de la venta de esas propiedades podría emprenderse la ingente tarea de la desarrabalizacion de Bavaro-Punta Cana, algo que no debe esperar más en vista del crecimiento de ese polo turístico.  Esos fondos podrían también usarse para mudar el puerto de Cabo Rojo y sacar la fábrica de cemento de ese lugar a fin de permitir que allí se puedan edificar las instalaciones hoteleras que propusieron los ambientalistas hace más de diez años para detonar el desarrollo turístico de Bahía de las Águilas. (Es solo con esas obras que podría creerse en la cantaleta de los políticos de que “ha llegado la hora del sur”.) Y así hay otras prioridades que no se acometen por falta de recursos.

Los mitos reseñados requieren de un gran giro en la conducta de los nacionales del sector y de la política pública.  Permitir que se perpetúen equivale a abonar un posible descalabro de la industria cuando la actual bonanza sectorial ceda el paso a una economía mundial en aprietos.  Es mejor manejarnos con la verdad para ser auténticos porque así enfrentaríamos mejor a la competencia y a los vaivenes de la economía mundial.