Una tendencia narrativa propia del estilo de confluencia entre lo pre-hispánico y la hispánico, el concepto de origen y personaje fundacional nos conduce a explicar lo narrativo y lo poético desde lo mítico. En esta perspectiva el mito se define se define como una estructura social cuya base es siempre una historia sagrada que tiene lugar, según Mircea Eliade, el tiempo de los orígenes. Lo individual y lo colectivo se juntan así para crear el mundo y la realidad imaginaria desde el acto mismo de creación y desde el lenguaje de fundación. La tierra, el hombre, la fertilidad, el mundo solar y el árbol simbólico, se van conformando junto a las guerras y acciones sociales, mediante toda una cosmogonía y una épica definida en lo literario como forma, texto, contexto, saber y actitud humana.

Tal es la concepción de lo mítico-literario observable en Miguel Ángel Asturias, Luis Cardoza y Aragón, Juan Carlos Onetti, Alejo Carpentier, José Lezama Lima y otros fundadores del lenguaje literario hispanoamericano. Los llamados géneros discursivos en esta travesía instituyen la función unificante y maravillosa de lo real, de tal manera que existe desde el mundo del autor una visión de lo sagrado y lo profano como oposición y fondo literario.

En una travesía más actual los niveles de compenetración, expresión y posicionalidad de relato se justifican por la función del personaje mítico y las características que éste despliega en el mapa de la novela que se escribe en América Latina. Las cualidades de desarrollo de los contenidos poéticos y narrativos se asocian a la creencia, la religiosidad popular, el vertimiento significante, así como a toda historia tradicional aceptada por el escritor.(Véase en este sentido El resplandor(1937) de Mauricio Magdaleno, Puros hombres(1938) de Antonio Arraíz, La Bahía del silencio (1940) de Eduardo Mallea, Para esta noche (1943) de Juan Carlos Onetti, El falso  cuaderno de Narciso Espejo (1952), y otros.

El mito unido a la novela, al ensayo, la poesía y el cuento, produce los efectos de una realidad en transformación, pero a la vez, cíclica. Esta perspectiva repite los modelos que sirven de base a lo literario en sus variadas formas, al tiempo que en sus particulares modos de expresión, como podemos leer-ver en narradores como Ricardo Piglia, Juan José Saer, Andrés Rivera, Abilio Estévez, Elmer Mendoza, Luis Humberto Crosthwaite y otros).

El lenguaje novelesco ha encontrado instrumentos y definiciones de gran utilidad para la creación narrativa, destacando las temáticas que tienen su anclaje en el universo espiritual y social de Hispanoamérica, tal como lo ha puesto de relieve el escritor colombiano Germán Espinosa en La elipse de la codorniz. Ensayos disidentes (2001,2006).

Cada país tiene su lengua española, así como cada narrador tiene su propio lenguaje narrativo y a través de éste, instituye las relaciones sociales y la interacción cultural. Los textos posteriores a 1967, forman parte de una creación individualizada en la particularidad del lenguaje narrativo. Sus autores participan de la llamada transformación de la página y de la integración de nuevos modelos de vida, determinaciones ideológicas y estructurales con un valor literario que se construye y justifica en el estilo de la novelación o del novelar en Hispanoamérica.

Dentro de las técnicas narrativas y novelescas la circularidad, el tratamiento indirecto o directo de las personas o personajes narrativos, las interpolaciones espaciales y temporales, el fluir de la consciencia como técnica de “habla” interior y la apertura de voces direccionales justifican los marcos de la novela moderna y “modernísima” en América latina y el Caribe a través de la tematización y la dispersión, conformándose así un nuevo puente literario hacia la  llamada postmodernidad literaria.

Los signos de la novela nacen entonces bajo las circunstancias históricas, míticas, sociales, épicas, líricas y legendarias de una nueva concepción de la vida y de un nuevo discurrir en el espacio-tiempo de lo literario. La demostración de este discurrir podemos encontrarla en textos como:

  • Farabeuf o la crónica de un instante de Salvador Elizondo
  • Obsesivos días circulares de Gustavo Sáinz
  • La Princesa del palacio de hierro de Gustavo Sáinz
  • Cobra de Severo Sarduy
  • Maitreya de Severo Sarduy
  • Rituales de Héctor Bianciotti
  • Arráncame la vida de Ángeles Mastretta
  • De donde son los cantantes y Pájaros en la playa de Severo Sarduy
  • Tres tristes tigres de Guillermo Cabrera Infante,

etc.

Estos textos y sus autores configuran un universo de universos novelescos, destacándose en ellos una variedad en las diferencias temáticas y narrativas.

Aseguran estas creaciones narrativas, ritmos, eufonías, paralelismos, politextualismos, métricas y atildamientos frásicos y transfrásicos, cuyo propósito es la nivelación de los períodos escripturales de una “nueva onda de la escritura” que nace de la reflexión constante sobre el lenguaje novelesco. La posibilidad de nuevos estilos, así como la continuidad de nuevas técnicas, admite las consonancias y disonancias de una nueva visión en la narrativa hispanoamericana, utilizando todos los recursos del lenguaje y de su crítica.

En la República Dominicana el campo de la novela está constituido por algunos estilistas de la prosa que a partir de temas e influencias, han logrado crear mundos narrativos locales. Tal es el caso de Ramón Marrero Aristy con su novela Over y Juan Bosch con La Mañosa y El oro y la paz. En Over, Marrero Aristy, logra producir la ontología y la radiografía de un mundo social marginal, pero también de una situación política y existencial , en un espacio y una concepción de la vida y el vivir donde los personajes muestran sus diversas actitudes  marcadas por el lenguaje mismo de la obra.

Por otro, lado Juan Bosch en su obra La Mañosa retrata las escenas o momentos de los levantamientos revolucionarios locales, particularizando más el ambiente rural y la conflictividad política epocal. En La Mañosa, se puede observar también el carácter humano y social de sus personajes. Lo mismo se puede decir de su obra El oro y la paz donde, por el contrario, el oro engendra la discordia, mientras los personajes desean su tranquilidad y discurren a partir de sus actos singulares. Lo mítico y lo simbólico se instituyen como cuerpos visibles e invisibles de la novela.

En el caso de la novela latinoamericana existe un realismo poético y mágico sostenido por autores como Gabriel García Márquez y sus obras (Cien Años de Soledad, La Hojarasca, La Mala hora, y El Coronel no tiene quien le escriba). Estas obras metaforizan la realidad, siendo las mismas un cuadraje de conflictos sociales y humanos.

Julio Cortázar, desde una vertiente imaginaria y existencial y desde una experimentación novelesca de tipo neovanguardista, produce con su obra Rayuela una lectura múltiple donde el lector es dirigido por un juego imaginario de variadas significaciones. En esta novela los personajes Rocamadour y La Maga son un pretexto para que el autor reflexione sobre su propia existencia o condición existencial y los demás personajes. En Bestiario sucede una situación similar tejida en base a los recuerdos  y a las fantasías del autor.

En efecto,el estudio comparativo de la novela escrita en la América continental, revela una tensión narrativa particularizada por focos de homogeneidad y heterogeneidad. Ambos focos justifican el eje de estilo y el eje de referencia en la novela. En el primer foco aparecen los signos de la tradición novelesca. En el segundo, aparecen los signos del imaginario cultural, mítico y social materializados en las voces del texto novelesco y sus ideologemas narrativos.