El concepto de carisma se usa con frecuencia para explicar el triunfo político de líderes mesiánicos y demagogos.

Adolf Hitler, el jefe político del movimiento nacionalsocialista alemán, guía del gobierno nazi que gobernó a Alemania de 1939 a 1945 y principal responsable del genocidio de millones de seres humanos ha sido descrito como un líder carismático.

Uno de los indicadores para medir la existencia del carisma es determinar la relación existente entre el discurso del líder y las acciones que provoca en sus oyentes. Partiendo de esta idea, Hitler fue carismático por su capacidad para atraer votantes y seguidores.

Sin embargo, los investigadores Peter Selb y Simon Munzert cuestionan este planteamiento en un artículo titulado “Examining a Most Likely Case for Strong Campaign Effects: Hitler’s Speeches and the Rise of the Nazi Party, 1927–1933”, publicado en la revista American Political Science Review y reseñado en el periódico El país, en la fecha del 15 de agosto. En este artículo, los estudiosos analizan si los mitines de Hitler modificaron la intención de voto en los lugares donde el Führer realizó sus discursos.

Los investigadores examinaron los registros electorales de las seis elecciones donde el líder de los nazis participó -3,864 municipios y 1,000 condados-. También analizaron el número de personas que acudieron a los más de quinientos mitines de Hitler durante los periodos electorales, así como los integrantes del partido nazi en las ciudades donde se producían los mitines. Luego examinaban aquellas ciudades donde Hitler no realizó ningún discurso.

Según los investigadores, el efecto medio de la presencia de Hitler en el crecimiento del porcentaje de voto de las elecciones presidenciales de 1932 fue de apenas un 2%, siendo practicamente nulo en las otras.

Tomando en cuenta las limitaciones para accesar a grandes audiencias propio de la época, Selb y Munzert concluyen que los discursos de Hitler no pudieron ser tan influyentes y que el carisma de un líder no consituye la variable explicativa más acertada para explicar el éxito de los partidos de ultraderecha.

Como ocurre con todos los fenómenos sociales, el problema de los ascensos políticos de l la extrema derecha se explica a partir de una multiplicidad de factores. Uno de ellos, observable tanto en el pasado como en el presente, lo es la situación económica que desplaza a segmentos importantes de la población de la clase media y baja. Esto crea las condiciones para la victimización de los desplazados económicos y la culpabilización de un sector al que se le demoniza como el responsable de ese desplazamiento: el judío, el negro o el inmigrante.

El líder demagogo explota estos sentimientos. Como hemos escrito en otras ocasiones, hay una idea bastante extendida de que el triunfo de los demagogos se apoya en una credulidad ciega de las masas. Se parte del supuesto de una comunicación vertical, cuando todo proceso comunicativo es interactivo. No importa que solo hable una persona desde el púlpito, si hay comunicación, existe una sintonía entre el individuo que habla y la persona que escucha. El exito del primero depende del segundo, de la capacidad del orador de conectar con las presuposiciones y emociones de su público.

En nuestros dias, la capacidad de extender el radio de influencia de los discursos de un líder demagogo a través de los medios de comunicación es mucho más amplia que en la época de Hitler, pero sigue siendo válido el hecho de que dicho líder requiere de un contexto económico y social que posibilite las condiciones de aceptación para el mesianismo.