El primer término es poco socorrido como palabra referente a delito contra las mujeres propiamente dicho. En el Diccionario de la Real  Academia Española, RAE, encontramos su acepción, y lo refiere  como desviación psicológica del hombre hacia el maltrato de la mujer, en razón que se contrae a persona que siente aversión hacia las mujeres. Y muy bien en el fondo de una declaración de amor de un hombre hacia una mujer, contenga en el fondo-de forma imperceptible-, algunas dosis de misoginia, lo  cual trata de un trastorno psicopatológico de una persona que se manifiesta en actos de sufrimientos en contra del sexo femenino y que en el fondo podría resultar la antesala del femicidio.

La presencia del misógino, casi resulta invisible, ya que según se desprende de algunos criterios, tal como el de Peixoto Caldas, 2008, esta conducta, se guarece en falsas apariencias de comportamientos sociales cuasi normales, incluso, exacerbando el amor y la mansedumbre, que por lo general, hace que sus impulsos criminógenos tenga carácter oculto y, que solo sale a flote conforme este va perdiendo su estado de macho alfa al descubrir que la mujer se va resistiendo a estar bajo su estricto control, dándose como respuesta, en su lucha por los controles y subyugación del sexo femenino y como expresión extrema del machismo, pone en ejercicio la violencia con el propósito de controlar y castigar cualquier conducta de la mujer que le sea contraria a su hegemonía.

En el hecho mismo de la acción del femicidio, cabe destacar que el termino fue creado con el objetivo de darle un nombre a los asesinatos de mujeres por motivos relacionados con su género, definiéndose como la forma más extrema de violencia de género, ejercida por los hombres contra las mujeres en su deseo de obtener poder, dominación o control (Russell & Radford, 2011 en tesis de grado de María Auxiliadora Maxximi Flores, para optar por el título de psicóloga clínica, bajo el nombre de ¨Victimas de Femicidio y los Factores que Inciden en este Delito¨. (Samborondón, mayo 2017, ciudad de Ecuador).

Según la fuente el femicidio es el final de una vida llena de violencia que se ha ejercido contra una mujer. Apreciándose, según nuestro criterio, en lo dicho anteriormente, que no brota súbitamente, sino, que tiene su periodo de incubación.  Es decir, con anterioridad a la acción del femicidio, ya las víctimas han tenido un lapso de tiempo bajo la situación de riesgo que se ha ¨denominado ciclo de la violencia. Según Yurgueros García, 2014. Ob. cit., esta tiene su punto de partida, como simple expresión, en conductas de abuso psicológico y verbal –combinado-, las cuales, muchas veces se encuentran envueltas, como paradoja, en muestras de cariño o la llamada violencia pasiva¨

Este ciclo evoluciona. Según Leonor Walker, planteado por Berbel, 2013, (Ob.Cit.) el maltratador empieza a mostrarse hostil e irritable con cualquier comportamiento de la mujer.  Se convierte en un círculo vicioso, incluso, la mujer desencadena cuadros depresivos, en una segunda fase, viene la aparición repentina de agresión física; golpes, agresiones sexuales, -incluso ella se vuelve severa con los hijos-. Representando esta etapa, un mayor riesgo de muerte para la mujer.  Esta etapa lleva a un estado de impotencia a la mujer y hace que con el fin de salvar la relación y su larga convivencia con el maltrato asuma lo que se denomina indefensión aprendida, que representa un estado psicológico en cosa incontrolable y que ya nada puede cambiarlo (Seligman, 1975, ob. cit.)

Alrededor de un una acción femicida bordean un conjunto de  parámetros de la víctima, que tiene que ver con aspectos emocionales, tales como enamoramiento agudo de parte de la mujer, dependencia emocional, miedo excesivo de abandonar su pareja, en la cual interioriza que los golpes o maltratos cesarán en cualquier momento, agregado además, ciegamente la idea de seguir con su pareja para mantener la unidad familiar y siente miedo de abandonar su victimario, cayendo en consecuencia en baja autoestima y hasta sentimiento de culpa. El juego mortal llega a profundizarse tan hondo, que al momento del maltratador llegar a ejecutar la acción del femicidio, tanto él como su víctima han perdidos los esquemas de la vida. 

A partir de lo planteado, cabe reseñar, según mi propio enfoque, el femicida desarrolla su conducta en función de algunos factores. En primer lugar el contexto social donde se ha desarrollado, entre los que se destacan; la cultura del predominio machista, familias autoritarias, bajos niveles educativos, la dependencia económica de la mujer, carencia de red de apoyo familiar, y entre otras, tener hijos en común con parejas informales bajo la relación irresponsable y el amor desechable y concupiscente.

Luego de este recorrido, resulta pertinente destacar que entre el termino femicidio y feminicidio existe una gran diferencia conceptual. Lagarde (2012) denomina el feminicidio como crimen de estado, que contiene tanto los secuestros, crímenes, y desapariciones de mujeres y niñas en un cuadro de desamparo institucional. El feminicidio muerte más  impunidad, es decir, que el Estado no ejerce ni toma las medidas necesarias para enfrentar la violencia contra la mujer y la disuasión del femicidio (Garita Vílchez, 2013).

Finalmente, la mujer debe asumir conciencia que elegir su ¨pareja macho¨, ha de considerar racionalizar la escogencia, teniendo en cuenta, monitorear los cambios de patrones de conductas de su ángel confundido, que no sea una simple pareja, sino que resulte de una  relación formal. Que no sea un agarre y por demás, siempre legitime la relación mediante el contrato social del matrimonio. Y sobre el Estado, si tuviera voluntad, dispone de sobrados síntomas que le permite desarrollar los programas correctivos y preventivos. Porque como se ha dicho, los femicidio impunes se convierten en feminicidios cuyo responsable es solamente dicho Estado controlarlos.