La novela de Víctor Hugo “Los Miserables” de 1862, es uno de mis libros de consulta. Una fisiografía social de la revolución francesa. Sobre todo, el prisma de una época concluyente, donde conductas y destinos de personajes se entrecruzan con la historia de la humanidad y las fuerzas sociales que la impulsan. Para la colaboración de hoy, es clave también, el ensayo de Jorge Luis Borges, “Historia Universal de la Infamia”. Los arrojos morales, el cosmos espiritual y las miserias sociales caracterizadas por Víctor Hugo, aunque simbolizaron la esencia del siglo XIX, todavía 151 años después, perduran para considerar los talantes aviesos de personajes conocidos, tanto aquí como en el exterior. El escrito de Borges por su parte, desde el título nos atrapa en un vaivén de hechos dramáticos de altísimo valor espiritual, político y social.

Con “Misericordia para Miserables y Míseros” enfatizamos en la virtud humana de compadecerse de las penurias ajenas. Misericordia es la némesis, una justicia apropiada que se efectúa con la herramienta correcta, propia y útil para resolver mezquindades, abyecciones y perversidades de todos los que se cuecen en su propio infierno, generando infamias contra sus prójimos. Misericordia es la réplica para míseros, abatidos y sin fuerzas que se congregan en parsimonia y estrechez mental, destilando odios, tirrias e infundios contra todo lo que se hace, sea malo o bueno. Misericordia para aquellos consumidos por el “mal del egoísmo” como rezamos día a día en nuestras misas Católicas.

Estoy ávido por conocer las reales causas de tantos malos decires, oprobios y vilezas que se vierten públicamente contra personas y hechos. Después que surgió en las ciencias de la gestión social, la destreza del FODA, entre otras, como metodología de análisis, hay personajes que en todos los hechos, sólo alcanzan a valorar Debilidades (los pesimistas); otros que únicamente juzgan Amenazas (los catastrofistas); aquellos que exclusivamente se refieren a las Fortalezas (optimistas) y asimismo los que meramente tasan las oportunidades (oportunistas). No hay un hecho por muy malo o muy bueno que parezca, que no tenga fortalezas, debilidades, amenazas y oportunidades.

Ser miserable y mísero es una condición espiritual e ideológica. Un estado natural de frustración y nivel de bipolaridad que no ha sido bien caracterizado. Miserables y míseros los hay que si alguna propuesta no proviene de ellos, nunca se interesan por nada en su ciudad y país. Siempre pretenden rebuscar la ecuación que se le olvidó a Albert Einstein para afrontar. Se presentan por igual esos que son sublimes para criticar, impugnar y corregir, pero al momento que le corresponde hacer propuestas, tener iniciativas y hacer que las cosas pasen, se llenan de temor, miedo y desesperanza.

Han sido tan graves las interminables malas acciones realizadas por líderes locales y nacionales que cualquier nueva idea, forja un conjunto de “genios de la mediocridad”, padrinos de la frustración y profetas del cataclismo, dedicados a generar confusión, maledicencia y adversidad. Peor aún, hay míseros y miserables que sin haber estudiado un proceso, sin tener indicadores y valores lógicos y matemáticos de una iniciativa, pretenden convertirse en profetas del oportunismo; adivinadores de las amenazas y augures de las debilidades. Apuntamos igual que el filósofo asiático “quien no estudia, no tiene derecho a la palabra”.

Desde las novelas de Víctor Hugo hasta los ensayos de Jorge Luis Borges, se caracterizan también a míseros y miserables de la conspiración, la acechanza y la conjura. Son de alto riesgo, y necesitan de una mayor misericordia, compasión y piedad.  Aquellos que no se reducen a opinar adversamente y a criticar en negativo, sino que toman cartas de intriga, maniobra y maquinación en el asunto. No le interesa avanzar en los procesos, si no hay ventajas personales para ellos. No se involucran en nada y luego cuando vienen las propuestas, quieren estar al frente en los discursos, sermones y pontificaciones. Ningún proceso que no se trabaje y estudie desde abajo, nos hereda la autoridad social y política para opinar y actuar. Pero como Miserables y Míseros siempre entre nosotros habrá, debemos estar colmados de Misericordia para percibirlos, entenderlos y si podemos, hacerlos cambiar.

A todos ellos nuestra misericordia y condolencias. Santiago y el Cibao son tierras de visión, estrategia y pro-actividad. A los miserables y míseros que nos quedan, les decimos que se acerquen, que se conviertan en veedores, observadores y auditores. Que participen desde sus trincheras críticas, pero que le den oportunidad a que las cosas pasen. Que le otorguen el beneficio de la duda, sin bajar la guardia y la razonable vigilancia crítica, que siempre esperamos, podemos verificar o aceptar.