Moral es aquello que
Nos permite ser fieles
A nosotros mismos.
J. Moreau.-
Se podría interpretar como una locura o engaños de la mente en medio de este modo de vida, pero, con locura o sin ella, podemos decir miseria en medio de bonanza. Y es que podría o parecería la descripción de cualquier zona de la capital y aún del país pero, no es así, sin que esto le reste validez a lo escrito anteriormente. Paradójico si se quiere, jugando con verdades y negaciones pero innegable que todo pertenece al mismo elemento o conjunto. Específicamente nos queremos referir, a la miseria en la que vivimos por la falta de autoridad dentro de una misma sociedad rica, prospera, que día a día se desarrolla por encima del promedio, prácticamente, del mundo entero, al decir de las autoridades.
Hago hincapié sobre la palabra “autoridad”, porque en cuanto a leyes, estamos más que saturados y hasta podríamos exportar muchas, ya que nuestros “representantes”, además de ser diestros copistas, por igual de cualquier basurero hacen una ley. Inclusive, si existiera la autoridad, muchas de estas leyes “repetitivas” y otras tantas obsoletas, simplemente no existirían. Pero qué podemos hacer en medio de esta miseria moral, ética-profesional, al parecer, nada. La ley es clarita con relación al uso de las luces dentro de las zonas urbanas y/o iluminadas. Simplemente no se deben de usar las luces altas por el efecto que producen en los que vienen contra vía, aun y sea en autopistas con sus separadores, pero no, hay que emitir una advertencia de que se va aplicar la ley. Qué pena, cuando solo tenían que aplicar la ley.
Por igual sucede con los parqueos en ambos lados de la vía, los motoristas que se estacionan como y donde le venga en ganas y los talleres de mecánica en las aceras, que no hay que advertir nada, un contrato con los poseedores de grúas, un miembro de tránsito encima de ellas y san se acabó el relajo, pero no, primero tienen que conversar con los pobres padres de familia para ver si aceptan cumplir con las leyes.
Pero el solo pensar en esto, se convierte en una utopía, porque en apariencia, la autoridad para hacer cumplir estas y demás yerbas que le llaman ley, simplemente, no existe. Lo peor es que esta desgracia o infortunio se padece en medio de un “progreso” que asombra, reitero, según “las autoridades” que manejan los números de la economía, a no ser, que cuando hablan de desarrollo, crecimiento o progreso, se refieran a ellos mismos. Porque es una locura el uso desmedido de los medios de comunicación, no sé si dirigidos por Joseph Goebbels, Joao Santana o algún otro diablo, pero lo que sí sé, es que nos desorientan la brújula que pueda indicar dónde está lo cierto o real, lo mítico o aquello, malvadamente fantasioso.
Y es como en alguna parte leí, que la miseria no coincide con la pobreza, porque la primera es la segunda pero sin confianza ni solidaridad y sobre todo sin esperanza. Simplemente vivimos en la carestía de aquellas cosas necesarias para satisfacer las condiciones que se requieren en esta época para vivir, incluyendo hasta la moral, ya que la espiritual, ha caído de lleno en el remolino inmoral que nos acogota, convirtiéndose en un negocio más, como parte de la distorsión maliciosa de las realidades actuales donde se manipulan descaradamente las creencias y percepciones, con el fin de influir en la opinión y actitud del pueblo, principalmente de los “solidarios” y de aquellos en igual situación económica-moral y ética, proceso conocido hoy como la pos verdad.
La miseria de autoridad en el tránsito es pasmosa, donde sólo teorías y firmas de “convenios” para publicitar es lo efectivo. Seis y más cambios en semáforos que están funcionando correctamente, son sustituidos por uno o varios “amemaos” que le dan paso cuando le viene en ganas o que dentro de su mísero entendimiento, consideran que sea prudente.
Miseria que causa dolores y llantos disfrazados de falsas alegrías y lágrimas de sangre, sin saber que se sangra y se sufre. En eso consiste el embrujo del decir político y sus siempre enmascaradas acciones. ¡Sí señor!