Cuando regresé a mi país, República Dominicana, después de permanecer un tiempo fuera, manifesté que lo hacía porque quería tirar mis últimos tiros a favor de la revolución. Previo a mi llegada, lo conversé con mi entorno, y solo podía escuchar, «este hombre está loco, él no sabe que ya eso pasó».

Ya en el patio, las risas y las burlas, no se hicieron esperar. Hasta ahí no hay problemas. Lo que duele es que el bullying, como dicen ahora, lo realizaron los que compartieron la lucha contra los criminales 12 años de los gobiernos presididos por el doctor Balaguer. Que no era un trabajo político, paja de coco, tranquilo, y muy peligroso.

Quedé estupefacto al observar con la vehemencia que lo hacían. Cuanta desfachatez, carajo. Aunque estuvieran en su derecho de haber cambiado su forma de pensar y actuar, debieron guardar la compostura, coño. Un hombre acabado de llegar de los países y encontrarse con un coro que quiera tumbar los ánimos, no es fácil.

Gracias a Dios y a la Virgen que chocaron con un muro de contención, ideológico y político, preparado para resistir cualquier golpe, por más fuerte que sea. Su supuesta fortaleza fue diezmada por el capitalismo. La mía, por el contrario, que viví en las entrañas del monstruo, se fortaleció en el transcurrir del duro batallar por la vida.

Cada quien tiene la libertad de escoger el camino que mejor le convenga. Eso es inevitable.

Lo comprendo perfectamente. La lucha contra el capitalismo no es un flay al cátcher. El enemigo de clase te dispara con todas sus armas; si no puede con una, intenta capturarte con la otra. El ser humano es muy proclive a caer en las tentaciones de la supuesta buena vida del capital.

El revolucionario y comunista, nace en el capitalismo, siendo influenciado por él desde el vientre de su madre. Un bombardeo ideológico que no cesa hasta desaparecer físicamente. Porque es una guerra sin cuartel, de vida o muerte. Muchos se han quedado en el camino, muchas veces disfrazando su presencia.

Las convicciones políticas e ideológicas hay que alimentarla diariamente con el trabajo práctico y teórico; para que no se oxiden. No quedarse en el marco de las ideas sin llegar al fondo de la cuestión. Observar los resultados de la labor realizada, para enriquecerlos con los ajustes que amerite los mismos. Jamás quedar satisfecho, si hay tareas pendientes.

La revolución es tarea diaria, a cada instante y en cualquier circunstancia. No hay tiempo que perder. Pero hacer el trabajo con conciencia, bien planificado, y con dirección. Todo tiene un objetivo y actividades, cumplirla al pie de la letra, enriqueciéndola en forma creadora.

En cualquier pausa, debilidad, el capitalismo te atrapa. Es una lucha intensa que no han comprendido los revolucionarios y comunistas dominicanos, que se creen que todo es lanzar consignas y discursos obsoletos. Por eso muchos han caído en los brazos del capital, y lo exhiben en forma descarada. Una manera de atraer a los débiles de espíritu y de firmeza.

Pues, conmigo, se han jodido. Aquí no hay vuelta atrás. Revolución o muerte. ¡Qué siga el “bullying”!