Leyendo los periódicos el pasado martes 27 he recibido una de las noticias que más me ha alegrado, se estaba dando el primer picazo para la construcción de un hotel de lujo en la Zona Colonial.
Una cadena hotelera española construirá dicho hotel, que es de mis preferidas para irme a descansar a los hoteles de playa, costumbre que he adoptado en los últimos diez años, el irme por lo menos tres veces al año, por tres, cuatro días y hasta una semana a disfrutar de la tranquilidad.
Tanta algarabía de mi parte tiene su explicación. Cuando estaba más joven, ¡qué decir! menos vieja, en la calle El Conde, muy cerca del Baluarte, había un restaurant italiano. Yo acostumbraba ir todas las tardes, me tomaba un café acompañado por unas empanaditas de catibía. Me acompañaban un libro, el periódico vespertino de la época, una libreta y un bolígrafo. Ahí pasaba gran parte de la tarde. Tenía mi mesa que ya me la guardaban. Un día sin más ni más cuando llegué estaba cerrado. Un letrero “se vende”. Duro golpe para mí.
Luego tomé la costumbre de ir por las tardes a la cafetería del Hotel “Conde de Peñalba”, en el Conde esquina Meriño , llamado por muchos el “Palacio de la Esquizofrenia”. Allí llevaba solo el periódico, pues el panorama era digno de admirar. Pasaban los turistas en fila, uno detrás de otro, se notaban cansados. Las mujeres arrastrando los pies si iban con chancletas como que les quedaban grandes. Si iban con tacones, parecía que no los podían dominar. Los músicos criollos con sus tamboras y güiras. Los guitarristas ofreciendo sus canciones en cada mesa que había parejas. Las palomas volando despavoridas, los niños corriendo sin control o montando bicicletas. En fin, una delicia el pasar una tarde, además, el mejor momento para amortiguar el calor. Allí pedía un tapeo de aceitunas, un café y una botellita de agua. Pasaba tardes encantadoras.
Cuando el escándalo se hizo insoportable en el Palacio de la Esquizofrenia, aproveché que en la Zona hay infinidad de hoteles boutique que ofrecen sus terrazas coloniales con una tranquilidad absoluta, para los que nos gusta disfrutar del silencio y la soledad, pero me quedan ya lejos para ir caminando, ya que no tengo una movilidad estable. Es por eso que espero al 2022 para disfrutar de este nuevo hotel que quedará al doblar de mi casa. Tengo esperanzas de poder ir y disfrutar por las tardes del exquisito sabor y aroma de nuestro café y de un rico postre, leer mis periódicos y así poder retomar mis tardes bohemias.
Lo que más me alegra es que se fomentará el turismo de ciudad, porque uno de mis sueños es que también haya en la Zona un lugar en que se presente un espectáculo con nuestros ritmos criollos. Sería una opción para llevar a los que hacen ese tipo de turismo. Me imagino un ballet folclórico bailando un contagioso merengue o con el coqueteo y sensualidad que ofrece a las parejas el bailar bachatas.
Nunca olvidaré y esto es lo que me ha hecho soñar con un centro de esta clase, cuando viví en Chile que visitaba semanalmente “Los Adobes de Argomedo” un lugar concurrido generalmente por turistas, pero también por los santiaguinos. Ir a disfrutar de una animada cueca o de la sensualidad del baile de Rapa Nui o Isla de Pascua. Y en mi caso, degustar unas ricas machas a la parmesana.
También en Santiago se presenta un espectáculo de bailes criollos en el restaurant “Los Buenos Muchachos”. Allí se puede disfrutar de un rico asado de los mejores cortes de carne.
En Santiago de Chile hay turismo de ciudad.
Yo les aseguro que sería una asidua visitante de un lugar de esa índole, pues disfruto plenamente de nuestro folclore y su colorido, e incluso se pudiera presentar una muestra de nuestro carnaval por regiones.
¡Qué viva el turismo de ciudad, pues somos más que sol, playa y arena!