Cuando yo tenía 15 años de edad y era miembro del Irgún clandestino (según criterios de la actualidad, una organización terrorista honesta), cantábamos “(En el pasado) tuvimos héroes / Bar Kojba y los Macabeos / Ahora tenemos los nuevos, / La juventud nacional…” La melodía era de una marcha militar alemana.

¿Por qué buscamos héroes en el pasado remoto?

Teníamos una necesidad desesperada de héroes nacionales que emular. Durante 18 siglos, los judíos no habían luchado. Dispersos por todo el mundo, no veían razón para luchar por emperadores y reyes que, en su mayoría, los persiguieron. (Aunque algunos de ellos sí lo hicieron. El primer héroe auténtico de la nueva entidad sionista en Palestina fue Josef Trumpeldor, uno de los pocos oficiales judíos en el ejército del Zar, que perdió un brazo en 1905 en la guerra ruso-japonesa y fue muerto en una escaramuza con los árabes en Palestina.)

Así que encontramos a los macabeos, a los zelotes y a Bar Kojba.

LOS MACABEOS, en cuyo honor celebramos la Hanukka (Januca) esta semana, se rebelaron contra “los griegos” en el año 167 a.C. “Mis gloriosos hermanos” Howard Fast en su famosa novela.

En realidad, “los griegos” eran sirios. Cuando el imperio de Alejandro Magno se dividió entre sus generales, Seleuco adquirió Siria y los países del Este. Fue en este mini-imperio que los macabeos se levantaron.

No fue sólo una lucha nacional-religiosa contra un régimen que quería imponer su cultura helénica, sino también una cruel guerra civil. La principal lucha de los macabeos era contra los “helenistas”, la élite judía modernista culto que hablaba griego y quería ser parte del mundo civilizado. Los macabeos eran partidarios fundamentalistas de la religión de los viejos tiempos.

En los términos actuales, eran el “ISIS” de su tiempo. Pero eso no es lo que aprendimos (y lo que se enseña en la actualidad) en la escuela.

Los macabeos (o asmoneos, su nombre dinástico) establecieron un estado judío, el último en Palestina, que duró 200 años. A diferencia de sus sucesores e imitadores, tenían mucha perspicacia política. Ya durante su rebelión hicieron contacto con la república romana en ascenso y que se avecinaba, y aseguraron su ayuda.

Sin embargo, los macabeos ganaron por casualidad. Su revuelta fue una aventura muy arriesgada, y le debieron su victoria final a los problemas que aquejaban al imperio seleucida.

La ironía de esta historia es que los propios reyes asmoneos se “helenizaron” por completo y adoptaron nombres griegos.

LA SIGUIENTE gran rebelión se inició en el año 66 d.C. A diferencia de la revuelta de los macabeos, fue un acontecimiento totalmente loco.

Los zelotes pertenecían a diversos grupos en competencia, que permanecieron desunidos hasta el amargo final. Su rebelión, llamada "La Gran Rebelión", fue también un asunto fanático nacional-religioso.

En ese momento, las ideas mesiánicas llenaron el aire en Palestina. El país absorbió todas las influencias religiosas, de todas direcciones ‒helénica, persa, egipcia‒ y las mezcló con las tradiciones judías. Fue en este ambiente febril que nació el cristianismo, y se compuso el Libro de Job y otros libros posteriores de la Biblia hebrea.

Mientras se esperaba que el Mesías apareciera en cualquier momento, judíos fanáticos hicieron algo que ahora parece increíble: declararon la guerra al Imperio Romano, que estaba entonces en el apogeo de su poder. Es como si Israel le declarara la guerra a EE.UU., China y Rusia, al mismo tiempo ‒algo que hasta Benjamín Netanyahu pensaría dos veces antes de hacerlo.

Pasó un poco de tiempo antes de que los romanos reunieran sus legiones, y el final fue como se pudo prever: la comunidad judía en el país fue aplastada, el templo fue destruido (tal vez por accidente) y los judíos expulsados de Jerusalén y muchos otros lugares de Palestina.

En todo momento los zelotes creyeron en su Dios. En la Jerusalén sitiada, ya muertos de hambre, quemaron unos el trigo del otro, seguros de que Dios proveería. Pero Dios, al parecer, estaba ocupado en otros asuntos.

En el punto máximo del sitio de Jerusalén, el venerable rabino Yojanan Ben Zakai fue sacado de contrabando de la ciudad en un ataúd por sus alumnos, y los romanos le permitieron iniciar una escuela religiosa en Yavne, que se convirtió en el centro de un nuevo tipo del judaísmo antiheroico.

SIN EMBARGO, la lección de la catástrofe provocada por los zelotes no se aprendió. Menos de 70 años después, un aventurero llamado Bar Kojba (“Hijo de una Estrella”) comenzó otra guerra contra el Imperio Romano, aún más descabellada que el anterior.

Al principio, Bar Kojba, al igual que los zelotes, logró varias victorias, antes de que los romanos pudieran agrupar sus fuerzas. Los rabinos importantes lo apoyaron. Pero su carácter megalómano hizo que perdiera su apoyo. Se dice que le dijo a Dios: “¡Usted no tiene que apoyarme, pero al menos no me obstruya!”.

La derrota inevitable de Bar Kojba fue un desastre aún mayor que el anterior. Miles de judíos fueron vendidos como esclavos; algunos fueron arrojados a los leones en el circo romano. Una leyenda cuenta que Bar Kojba luchó con un león con sus propias manos y lo mató.

Sin embargo, el principio básico de que los sionistas judíos fueron expulsados de Palestina por la fuerza y que éste fue el comienzo de la diáspora (el “Exilio”) es una leyenda. La población campesina judía se mantuvo en el país, y en su mayoría se hicieron cristianos, y musulmanes posteriormente. Los palestinos de hoy son probablemente en su mayoría descendientes de esta población judía que se aferró a su suelo. David Ben-Gurión apoyó esta teoría durante algún tiempo.

La religión judía en realidad nació en el exilio, en Babilonia, unos 500 años antes de Cristo, y desde el principio, la mayoría de los judíos vivió fuera de Palestina, en Babilonia, Egipto, Chipre y muchos otros países de todo el Mediterráneo. Palestina sigue siendo un importante centro religioso que desempeñó un papel importante en la transición del judaísmo en una religión de la Diáspora basada principalmente en el Talmud.

HANUKKA SIMBOLIZA el cambio básico del judaísmo después de la destrucción del Templo, y el contra-cambio efectuado por los sionistas en los tiempos modernos.

Los rabinos estaban contra el culto del heroísmo, ya fuera temeroso de Dios o no. Se redujo la importancia de las batallas de los macabeos y se encontró otra razón para celebrar. Al parecer, un gran milagro había ocurrido, mucho más importante que las victorias militares: cuando el Templo fue re-dedicado después de haber sido profanado por los “griegos”, el santo óleo alcanzaba sólo para un día. Por intervención divina, esta pequeña cantidad de aceite duró una semana entera. Hanukka fue dedicada a este gran milagro. Hanukka significa literalmente “inauguración”, “dedicación”).

El Libro de los Macabeos, que relata la lucha y la victoria, no se incluyó en la Biblia hebrea. El original hebreo se perdió.

(Hanukka, como la Navidad, fue originalmente una fiesta pagana que celebraba el Solsticio de Invierno, como el Passover, y la Pascua que se basa en la celebración pagana del Equinoccio de Primavera.)

Los sabios judíos estaban decididos a acabar, de una vez por todas, con el ansia de las revueltas y las aventuras militares. No sólo Hanukka se convirtió en una fiesta inocua de sobre el aceite sagrado, sino que los zelotes y Bar Kojba fueron ignorados o menospreciado en los escritos rabínicos que conformaron el judaísmo y la vida judía desde entonces hasta el día de hoy. Se supone que los judíos adoran a Dios, no a los héroes humanos.

Hasta que el sionismo aparecido en escena. El sionismo resucitó los antiguos héroes y los convirtió retrospectivamente en sionistas. Los macabeos, los zelotes y Bar Kojba se convirtieron en nuestros modelos. El suicidio en masa de los zelotes en la montaña de Masada después de la Gran Revuelta fue celebrado como un hecho glorioso; a generaciones de niños se les enseña a admirarlos.

Hoy tenemos una enorme abundancia de héroes nacionales, y, realmente, ya no necesitamos estos antiguos mitos. Pero los mitos mueren lentamente, en todo caso. Aún así, más y más voces de historiadores y otras están levantando cautelosamente dudas sobre su papel en la historia judía. (Yo, puede que haya sido el primero, en un ensayo que escribí hace unas cuatro décadas.)

TODO ESTO puede reafirmar el dicho de que “nada cambia tanto como el pasado”. O, en las palabras de Goethe: “Lo que ustedes llaman el espíritu de la época no es otra cosa que el espíritu de los príncipes en los que se reflejan los tiempos”.

El sionismo fue una gran revolución espiritual. Tomó una antigua diáspora étnico-religiosa y la recompuso en una nación moderna de estilo europeo. Para lograr esto, tuvo en primer lugar que volver a darle forma de a la historia.

Podría basarse en las obras de una nueva generación de historiadores judíos, liderado por Heinrich Graetz, que pintó una nueva imagen del pasado judío influenciado por los historiadores nacionalistas alemanes de su tiempo. El mismo Graetz murió unos años antes del Primer Congreso Sionista, pero su impacto ha sido y sigue siendo inmenso.

Mientras los alemanes resucitaban a Hermann el Cherusker y construyeron una enorme estatua suya en el sitio de su gran victoria sobre los romanos en el bosque de Teutoburgo, poco antes de la Gran Revuelta Judía, los primeros sionistas resucitaron a los héroes judíos, haciendo caso omiso de los desastres que causaron. Muchos pueblos europeos, grandes y pequeños, hicieron lo mismo. Ese era el Zeitgeist, el espíritu de la época.

Tres generaciones de niños israelíes se criaron desde el jardín de infantes con estos mitos. Están casi completamente separados de la historia del mundo. Aprenden que los griegos eran las personas cuyo yugo les fue arrancado gracias a los macabeos, pero no aprenden casi nada sobre la filosofía griega, su literatura o su historia. Esto crea un estado mental muy estrecho, egocéntrico, bueno para los soldados, pero no tan bueno para la gente que se necesita para hacer la paz.

Estos niños no aprenden nada en absoluto acerca de la historia de los árabes, el Islam y el Corán. El Islam, para ellos, es una religión asesina primitiva, empeñada en matar judíos.

La excepción es el sistema escolar autónomo ortodoxo, que no enseña mucho, excepto el Talmud, y por lo tanto es inmune al culto de los héroes, pero también a la historia del mundo (con excepción de los pogromos, por supuesto).

El gran cambio político que necesitamos debe ir acompañado de un cambio profundo de nuestra perspectiva histórica.

A los héroes de la antigüedad quizás se les deba una nueva revisión de su estatus.