El Ministro Administrativo de la Presidencia, José Ramón Peralta, respondió las interpelaciones realizadas por unos periodistas sobre los sobornos de la Odebrecht, restándole importancia al tema y afirmando que a los dominicanos lo que les importa es comer.
Es rigurosamente cierto que hay una parte bastante amplia (alrededor de un 42 por ciento) de la población dominicana, que no puede distraerse mucho en temas ajenos a las incertidumbres de su comida. Incluso hay casi un tercio de la población dominicana para el que abastecerse de algún alimento, no es sólo su primera, sino casi su única inquietud diaria, habida cuenta de que su vida transcurre en un estado de precariedad, que no le permite mirar en ninguna otra dirección que no sea la del esquivo rumbo de un pedazo de plátano, o peor, cualquier cosa menos suculenta y menos nutritiva.
Esa lamentable realidad justamente explica lo fácil que les resulta a ciertos ladrones, especialmente a los empoderados dentro del gobierno, la adquisición de masas de menesterosos que alquilan sus aplausos, presencias y votos, a cambio de los pica pollos con los que son recompensados.
Es seguro que desde su posición en el gobierno, el señor Peralta -y sus superiores- conocen de cerca a esas hordas hambrientas de indigentes, que se entretienen con cajitas navideñas, tarjetas de sobornitos de la caridad anestésica, el pote de ron y los 500 pesos para meterse en las caravanas o vender la cédula.
También tendrá noticias de los lúmpenes de baja estopa, cuya docilidad política se paga con la aquiescencia para sus puntos de venta de drogas y de sobra estará al tanto de la gente a la que no basta con darle el pica pollo ni el punto de droga, sino que hay que nombrarla en cargos y carguitos de parásitos sin funciones, o con funciones por las que no debían tener más remuneración que una estadía en una cárcel.
Pero sobre todo, el Ministro habrá olfateado la existencia de esos testaferros, secuaces y alcancías de codiciosos gobernantes corruptos, que desde las sombras, y sin que importen los conflictos de intereses, ni la irregularidad de ser juez y parte, manejando reglamentos de Aduanas o cobros de impuestos, compiten deslealmente con los sectores productivos del país al que gobiernan y sabotean a esos sectores, para enriquecerse con permisos privilegiados e irregulares de importación o exportación, con contratas de obras sobrevaluadas, concedidas mediante sobornos y con creación o ampliación de empresas privadas clandestina e ilegalmente financiadas, favorecidas y privilegiadas desde el Palacio presidencial.
Estos últimos no pueden decir que el hambre biológica desencadena sus afanes de atiborrarse, tragándoselo todo, no solo la comida propia y ajena, sino el bienestar colectivo, el progreso institucional, la calidad de vida, la seguridad, los servicios públicos, el sentido de justicia, la equitativa distribución de los ingresos, las perspectivas de vivir en sociedad, sin que un grupo de hampones depredadores de los bienes públicos, se imponga con la mayor insolencia y desfachatez.
Son estos los más temibles. Ante ellos no importa, incluso, que el mismo Peralta, sus familiares y allegados sean de esos dominicanos a los que solo les importa “comer” y, por ende, no les importa si las autoridades son una banda de asaltantes y no les importan la violación de las leyes, la impunidad, la corrupción, la injusticia, ni la ripiosidad de un gobierno bochornoso, encabezado por maleantes que han recibido sobornos como los de la Odebrecht y no quieren referirse a ello.
Lo que debía importar más es que el Ministro -y sus superiores- no coincidan, ni formen parte, de esos que necesitan tanto de la mampara del hambre de un país completo, para prolongar sus jarturas de sobornos, depredaciones e impunidades.
Ojalá el señor Ministro tenga eso en cuenta, para las declaraciones que de en su próxima rueda de prensa.