En el kilómetro trece de la carretera que une los municipios de El Seibo y Miches existe una gran depresión, quizás la más profunda y temible de toda la cadena de montañas que conforman la Cordillera Oriental. Desde que “el mundo es mundo” ese profundo y oscuro lugar se ha conocido como “El Cajón de Cisneros”. Todo quien transita por esa vía tiene el cuidado de lugar al bordear la enorme fosa.

A mediado del mes de septiembre del año 2017, como consecuencia de la erosión que las aguas de la tormenta María  generó en el borde de la carretera, se desprendió una parte del pavimento creando una imagen similar a la que se produce cuando alguien da una mordida  a una torta. En poco tiempo el MOPC se presentó al lugar, lo aisló  con unos obstáculos de los que suelen emplearse para estos fines a la vez que prometieron llevar a cabo las reparaciones de lugar.

Pero “al sol de hoy” nada ha ocurrido y para mayor desgracia la erosión ha penetrado casi al centro de la calzada dejando la impresión de que esa fina capa de la superficie, descansa sobre terreno firme, lo cual no es cierto. Es decir, que en ese tramo de la vía el pavimento lo constituye una delgada capa de asfalto y tierra que ante un peso menor puede ceder y provocar que el objeto que esté arriba caiga al precipicio. Que sepa el Ministerio de Obras Publicas y las autoridades de la provincia de El Seibo que allí acecha un peligro inminente y que en cualquier momento puede ocurrir una tragedia de gravedad impredecible.

Hoy era un buen día para comentar sobre Joao y Mónica y los millones que ganaron con el “sudor de su frente”;  del curso que ha tomado el proyecto de ley de partidos o de la nueva imagen de Amable Aristy, pero hay asuntos que no pueden esperar. Este es uno de ellos. Esta dicho. Ojala este clamor encuentre oídos.