Hace ya varias semanas que apreció en un importante periódico matutino una noticia que ya debe ser no un periódico de ayer como le corresponde, sino del siglo antepasado, pues ya sabemos lo olvidadizos que por aquí somos para las cosas importantes. Trataba sobre unos milloncitos, más de 1.500, que según decía, son los que tienen 15 ministros dominicanos juntos, unos con cientos de ellos, y otros solo con unas pocas docenas. Tal como están los números económicos de los presupuesto privados o estatales que habla de cientos de miles, no son demasiados, aunque ya quisiéramos la mayoría de pobretones de a pie tener solo una simple docenita de ellos.
Saber cuánto tienen al principio de una gestión, eso está bien y además es cumplir con la ley, cosa que muchísimos funcionarios, el 90% no lo hacen, porque creen estar por encima de ella, y las instancias superiores del Gobierno, de una manera u otra, se lo permiten o lo pasan por alto, como si fuera una de esas ’’culturitas’’ que se arrastran desde siempre para no ser transparentes . Además de declarar los patrimonios, deberían verificarse a fondo, de manera escrupulosa e imparcial, para ver si son reales o no, por aquello de que una sobrevaluación inicial puede ocultar una corrupción final.
Pero aún estaría mejor si se hicieran un par de ‘’cortes sorpresa’’ de esos estados contables durante los periodos que duran sus gestiones, lo cual ayudaría a evitar tentaciones pues se van a sentir monitoreados, y serviría para ver si esas alcancías, repletas o vacías, siguen más o menos igual o se han inflado como globos aerostáticos por arte de la magia cogioca, tan utilizada por la clase política.
Y no sólo de los ministros citados, que en principio no dudamos de su honradez ni de la procedencia de sus capitales, y que han tenido el valor de declararlos públicamente, sino de todos los funcionarios de los Gobiernos por los que el dinero público pase por sus manos, muchas de estas con grandes agujeros por donde de cuelan los dineros del pueblo, desde los glorificados e intocables presidentes, los alcaldes, los legisladores, los diplomáticos, los jueces, o hasta el señor que organiza las fiestas electorales del partido. Claro, que esto es una vieja aspiración de los ciudadanos que nunca acaba de cumplirse, al parecer por una interesada desidia de los Gobiernos, y aún más de los funcionarios. Todo esto conllevaría, sin duda, unos presupuestos extras y sobre todo, mucho trabajo, pero de seguro el saldo para los contribuyentes sería sumamente favorable, y además se ganaría mucho en ética gubernamental.
Permítanme ser mal pensado, y muy desconfiado sobre estos asuntos, porque en la praxis diaria de la política nacional, con demasiada frecuencia hay más ministros entran sin un chele que salen millonarios de sus cargos, que millonarios entran en los cargos de ministros. Casos reales los tenemos a docenas, aunque la inmunidad la lleven puesta por sombrero y cruzada en bandolera. Además Panamá y las Islas Caimán están muy cerca, física y psicológicamente, y aquí muchos políticos son candidatos al Premio Nobel de la Ocultación de Bienes.
La inspiración del dicho de comenzaron con chancletas y acabaron en yipetas y otras parecidas, no es pura casualidad, políticos bien conocidos que en sus inicios no tenían ni para comprar zapatos, o tabaco, ahora son conocidos potentados, por aquello tan sabido de que subieron para servir al pueblo y tergiversaron esta frase cliché, en servirse del pueblo, un par de simples palabras que cambian todo el panorama…!a su favor!