La marcha de decenas de miles de personas demandando el cese de la corrupción y la impunidad el pasado domingo 12 de agosto forma parte del proceso de construcción de un nuevo capital social y político en República Dominicana, que hay que calificar y valorar como positivo para el desarrollo democrático. Ni en el siglo XX ni en la primera década del siglo XXI se ha registrado un fenómeno social de tal calado o magnitud, y de modo particular en el campo de los movimientos sociales dedicados al combate de la corrupción.
El millón de la Marcha del Millón, cuya visión cuantitativa ha producido opiniones en torno al alcance de la meta, y muy especialmente en una porción política contraria al propósito de la manifestación. Gravísimo error, porque lo coloca en la dimensión de defensa de la desgracia que significa la corrupción. La denominación de Marcha del Millón envuelve un simbolismo que permite la identificación ciudadana para la materialización de la movilización de una significativa cantidad de personas en torno a un propósito. Un buen símbolo tiene contenidos, mensajes, representaciones, colores, energías, ideas, pensamientos, valores e identidades que no se pueden medir cuantitativamente. En sí lo que ha quedado asentado en el imaginario social es que la movilización de la Marcha del Millón fue grande y el propósito justificado. Lo del “millón” ha sido comprendido por los autores como un alcance simbólico. El millón está en el barrio, en las comunidades, en los territorios, en los buenos políticos y también en los burócratas de la Administración pública afectados por el hartazgo de la corrupción que le pasa por las narices días tras días.
El millón de la Marcha del Millón pudo endosar un signo distintivo que ha sido capaz de transmitir contenido, denominado desde la Sociología estructuralista como significante, el cual ha sido captado por los que participaron y no participaron. Estos significantes son la expresión del exhibicionismo como significado de las riquezas por parte de funcionarios públicos en diferentes niveles (Administración central, Congreso, Justicia y Ayuntamientos), que incluye a oficialistas y parte de la oposición política. Riquezas y beneficios ilegales que son atraídos por los sentidos de los del millón presentes y no presentes. La captación u observación, no percepción, por los de la Marcha del Millón sobre las riquezas multimillonarias equivale a varios millones de dominicanos y dominicanas indignados, donde se incluyen los que han decidido quedarse en nuestro país y también los de la diáspora o que han resuelto marcharse.
El millón de la Marcha del Millón es el millón de los que marcharon y no marcharon, y también de aquellos que por autoprotección laboral pública no participan de manifestaciones de esta naturaleza. El millón de la Marcha del Millón es un símbolo de oxigenación de la democracia. Toda la sociedad debe celebrar, alegrarse, complacerse y bailar porque miles de dominicanos y dominicanos decidieron apostar por un Estado democrático, social y de derecho. Un Estado que nos debe pertenecer a todos y todas, porque es una construcción política y social decidida, supuestamente, colectivamente.
El millón de jóvenes, mujeres, adultos y envejecientes de diferentes clases sociales que se manifiestan molestos y con rabias están desparramados en toda la geografía nacional. El valor que cuenta no es la suma matemática del millón, es la suma de voluntades y deseos de avanzar hacia una nueva institucionalidad y responsabilidad política y pública, a lo cual ningún sujeto política y socialmente decente debe oponerse.