La infausta noticia de la muerte de “Emilín” –Emilio Herasme Peña-, a eso de las 2 de la madrugada del viernes 8 de noviembre, produjo en mí la misma desazón de cuando recibí la noticia del deceso de Franklin Franco Pichardo el sábado 15 de junio también de madrugada. Como que ninguno de los dos estaba para morirse lícitamente, así por así, y cayeron fulminados por dos infartos a los 72 y 76 años respectivamente.
A Emilín, el más joven de 35 hermanos, de unos 6 pies de estatura, fornido mulato nativo de Neiba, lo conocí a principios de los sesenta cuando vivía en una casa anexa de la No.86 en la calle Delmonte y Tejada de San Carlos y pasaba vestido de militar de la Fuerza Aérea Dominicana -a la que había ingresado a los 17 años de edad- por la acera del frente de la galería de mi casa, la No.80. El 8 de octubre de 1963, a los 13 días del Golpe de Estado contra el gobierno del profesor Juan Bosch del 25 de septiembre, le dieron de baja por su oposición al mismo.
Fue uno de mis dos comandantes –el otro: Manuel Arias, conocido como “José Campos Chestaro”- en el comando élite “Avanzada A” en los aciagos días de la revolución constitucionalista de 1965 y quien luego me inició a principios de 1966 en el periodismo profesional al recomendarme para cubrir su vacante en Radio Mil Informando, órgano informativo de la popular Radio Mil, cuya oficina de prensa funcionaba en una especie de zaguán de un edificio de la calle Espaillat, entre El Conde y Las Mercedes.
Formé parte del grupo de periodistas que él lideraba en el Sindicato Nacional de Periodistas Profesionales y luego en las jornadas por la creación del Colegio Dominicano de Periodistas, siendo electo su primer Presidente en unas concurridas votaciones que hube de disputarle y que en razón del método de la proporcionalidad quedé de Vicepresidente.
Emilín era de los graduados de una escuela de pensamiento crítico que cobró impulso en el país, espoleada por los “análisis noticioso” del diario El Nacional, Radio Mil Informando y Notitiempo, de Radio Comercial, años idos, y que se extendió a otros medios y permeó a más de una generación
De su grandeza de alma, de su afabilidad y solidaridades, de su honradez y entrega sin condiciones a su profesión de periodista y a las mejores causas nacionales hablaron los concurridos actos funerarios por dos días en la Funeraria Blandino de la Abraham Lincoln, en el local del Colegio Dominicano de Periodistas y en el Senado de la República, donde el periodista y Senador por Moca José Rafael Vargas, con sus ojos aguados de tristeza hizo una sesuda y emotiva exposición acerca de quien también fuera Senador en los años ochenta.
Vargas ponderó como una virtud la pasión de Emilín por el análisis profundo de los sucesos políticos y sociales, quien convocaba a amigos y visitaba en sus casas y oficinas a otros para “someter a análisis” o la eterna crisis del PRD o al gobierno del Presidente Danilo o a las perspectivas futuras de Leonel y el PLD o a las relaciones domínicohaitianas, etc.
Lo que en cierto modo dijo el senador Vargas –quien recientemente prohijara un merecido homenaje senatorial al ahora Mayor General Retirado Héctor Lachapelle Díaz- fue que Emilín era de los graduados de una escuela de pensamiento crítico que cobró impulso en el país, espoleada por los “análisis noticioso” del diario El Nacional, Radio Mil Informando y Notitiempo, de Radio Comercial, años idos, y que se extendió a otros medios y permeó a más de una generación influida también por la otra escuela del pensamiento crítico representada en el PRD de Bosch y en los grupos de la izquierda revolucionaria que, por cierto, se excedían al hablar y derivaban en un parloteo continuo acerca de las bondades del prometido paraíso comunista enmarcado esto en las interrogantes y respuestas ameritadas por el personal de la sociedad dominicana de aquellos entonces.
Emilín discurrió su vida siempre en alta tensión, espoleado por sanos rasgos infantiloides, por el trueno de su voz, su verborrea, su habla alta y rápida dominada por la observación perspicaz y el escrutinio constante del interlocutor. Su estilo comunicativo casi juvenil lo mantuvo hasta su último aliento de madrugada sabatina.
El discurrir de su vida retrata de cuerpo entero el espíritu intranquilo del Demiurgo dominante en él: militar, dirigente estudiantil –de los fundadores de la Federación de Estudiantes Dominicanos-; periodista: analista político y de todo; sindicalista del periodismo: tres veces Secretario General del SNPP y primer Presidente del CDP; deportista y cronista deportivo de fuste –por años y años editó El Sofbolista y fue de los fundadores de la famosa Liga de La Farándula-; combatiente y comandante militar constitucionalista; Jefe de Redacción del diario La Noticia, director del Listín Diario, Premio Nacional de Periodismo, abogado, etc.
Partió a lo ignoto en medio de sus afanes de vida conduciéndose con una clara indiferencia al más allá. No se cuidó lo suficiente de unos achaques controlables, porque su conducta era la del que quisiera confirmar sus rasgos de vitalidad plena pretérita. Como que los años no le pasaban ni pesaban. Es lo que algunos médicos profesionales de la conducta han bautizado como “confirmación”…Siempre se confirmó.