Cuando le preguntan qué es lo que más disfruta, contesta: “Trabajajajar (trabajar sonriendo)”, y cuando le piden que diga un momento especial, su respuesta es: “Cuando nacieron mis hijas”.

Sus hijas son dos: Milena y Micaela, nacidas y criadas en Dominicana, donde sus padres (argentinos que vivían en Nueva York) residen desde 1993 cuando él vino contratado por la Escuela de Diseño de Altos de Chavón.

Hace años dejó el trabajo en Chavón y se mudó a la capital, se divorció de Mónica (así se llama la madre de Milena y Micaela) y vive amancebado con Rocío, en la calle Abelardo Rodríguez Urdaneta, donde es vecino de un hijo de Gilberto Hernández Ortega. 

Dice que es "argentaíno" (argentino y taíno), un nuevo gentilicio para redefinirse y autodefinirse desde el Caribe, “remate cimarrón y sustantivo que entraña las claves primarias de sus devastaciones ontológicas y de sus rizomáticas tentativas metafóricas", como explica Amable López Meléndez, quien añade que "las complejas experiencias del viaje, la fuga, la transmigración y la multiculturalidad, marcan profundamente la personalidad creadora" de este arquitecto, diseñador, pintor, escultor, muralista, músico, artista multimedia y educador.

"Tales experiencias, además de la extraordinaria recursividad de soporte y expresión que logra desplegar a la hora de la resolución conceptual de sus propuestas bidimensionales, tridimensionales y multidimensionales, aportan a su producción simbólica una riqueza estética, una polivalencia significativa y una resistencia crítica radicalmente distintivas en el contexto de las artes plásticas y visuales dominicanas de la actualidad", afirmó el citado crítico al comentar su exposición “Arte Útil” en mayo del año pasado en el Museo de Arte Moderno.

Un año antes de dicha exposición, nuestro héroe les dijo a Milena y Micaela que él no les dejaría ninguna herencia de dinero ni propiedades inmobiliarias ni nada por el estilo. Su legado sería complacerlas llevándolas al evento que ellas mismas le habían estado rogando que las llevara desde que se enteraron del anuncio de su celebración.

En efecto, Marcelo (así se llama nuestro héroe, “héroe de amor” como el “amante bandido” que canta Miguel Bosé) las llevó (junto a Rocío y una hermana de esta, Anamari), al Desert Trip, un festival de rock celebrado en California, en octubre de 2016, pocos días después de haberse anunciado la adjudicación del Premio Nobel de Literatura a Bob Dylan, uno de los artistas que se presentaron junto a The Rolling Stones, Paul McCartney, Neil Young, Roger Waters y The Who.

Milena y Micaela tenían entonces 21 y 16 años. Hoy día tienen 23 y 18. Ambas están estudiando, dentro de algunos años terminarán sus estudios, se dedicarán a sus profesiones, amarán y serán amadas (sabrá Dios cuantas veces), dejarán de amar y dejarán de ser amadas (sabrá el Diablo cuantas veces), sufrirán y serán felices, tendrán alegrías y tristezas, formarán familia o no, conocerán muchos países y muchas personas, se enfermarán, se sanarán, envejecerán y alcanzarán edades que ahora no se imaginan…

Pero así como Aureliano Buendía, muchos años después, recordaría aquella tarde remota en que su padre lo llevó a conocer el hielo, Milena y Micaela siempre recordarán con emoción aquel maravilloso octubre de 2016 en el Desert Trip que les regaló su padre.

Lo que él escribió, pocos días después del evento, está contenido en este enlace:

http://www.diariohispaniola.com/noticia/25315/entretenimiento-y-cultura/desert-trip-otra-vez-tres-dias-de-amor-y-paz.html

Este otro es el enlace del portal oficial del Desert Trip:

https://deserttrip.com/