“La idea del eterno retorno es misteriosa y con ella Nietzsche dejó perplejos a los demás filósofos: ¡pensar que alguna vez haya de repetirse todo tal como lo hemos vivido ya, y que incluso esa repetición haya de repetirse hasta el infinito! ¿Qué quiere decir ese mito demencial?

El mito del eterno retorno viene a decir, per negationem, que una vida que desaparece de una vez para siempre, que no retorna, es como una sombra, carece de peso, está muerta de antemano y, si ha sido horrorosa, bella, elevada, ese horror, esa elevación o esa belleza nada significan. No es necesario que los tengamos en cuenta, igual que una guerra entre los Estados africanos en el siglo XIV que no cambió en nada la faz de la Tierra, aunque en ella murieran, en medio de indecibles padecimientos, trescientos mil negros”. (Milan Kundera: La Insoportable levedad del ser, Tusquets, Barcelona (1984 (1985), 1, p. 9).

Desde su exclusión política en Checoslovaquia, a finales de la década de los 60, el escritor Milan Kundera (Brno, Moravia, República Checa, 1929), adoptó una doble actitud frente al totalitarismo de los regímenes de la Europa del Este y frente a las políticas dictatoriales, no solo de Occidente, sino también del Oriente lejano y cercano. El guionista, cronista, ensayista, dramaturgo, músico, poeta y novelista que soñó en su juventud un mundo de libertades y que anheló un presente diferente al imperante mundo dictatorial en su país, construyó un territorio imaginario de libertad que fue poco a poco borrado por el sistema-control de un socialismo abyecto, determinista y trágico para su generación y por lo que produjo la famosa “Primavera de Praga”. La vigilancia a los intelectuales y el régimen de fuerza que controlaba un país dividido por el evidente fracaso político e ideológico fue creando y motivando otro discurso intelectual, cultura, crítico y responsivo en una Checoslovaquia herida por la fuerza política brutal y totalitaria.

Por un lado, el autor empezó a revelar una diferencia crítica irónica y desde ese mismo impulso también reveló (a través de su obra), una dialéctica mordaz, mediante la cual el escritor, artista y pensador produjo su propio desencaje, la ruptura y la disidencia en cuanto al régimen de fuerza que gobernó todo el mapa socialista de los países del Este.

En efecto, la crítica de Milan Kundera va orientada a la puesta en crisis de lo humano y de la situación propia de un sujeto que, alienado, se manifiesta de una manera contradictoria en el mundo, o, en lo que en su misma novelística se denomina “la trampa del mundo”.

La mordacidad de la repetición basada en la idea del “Eterno Retorno” pronunciado en La insoportable levedad del ser (1984 (1985), conquista al “personaje” y al lector produciéndose de esta manera un extrañamiento, o sea un distanciamiento que invierte el diálogo entre literatura y realidad. En este orden, la realidad pasa a ser literatura y la literatura se convierte en realidad. (¿Ficción o paradoja? ¿Variante o abyección? ¿Poder o infierno del sufriente existencial?

Toda una teoría de la realidad de la muerte de la historia permite entender, desde la novela, el diálogo contradictorio entre el sujeto “alterado” y el sujeto entendido como “El Otro” de la representación. La visión desgarradora según la cual el mito trágico se repite cobra valor en un texto novelesco cuyo fondo hace posible la revelación de un ser dividido y acorralado en una suspensión que desde la literatura y la historia transita como sujeto-personaje de la diferencia crítica.

Se trata pues de una lectura de la doble moral, de la doble vivencia y del doble juego de los artificios políticos y sociales. Todo lo que apunta a un télos (fin, finalidad, objetivo narrativo), reproduce en el momento mismo de la ficción una contra-naturaleza del cuerpo y la subjetividad, así como un contra-relato de lo social.

Obras de Milán Kundera tales como: La Broma, El libro de los amores ridículos, La Vida está en otra parte, La Insoportable Levedad del Ser, La Lentitud, y otras, revelan toda una contradicción del ser y una caída o desplome del sujeto social en su recorrido psicológico, ético y moral. Esta épica del delirio, la ironía y la soledad le permite a este escritor aceptar y producir la literatura como revelación, fatalidad, combate, documento de barbarie e historia inconclusa.

En su obra teatral Jacques y su amo, el autor marcado por Diderot y Beckett justifica la imposibilidad de la moral y la ética en el espacio ontológico tomando como pretexto una visión filosófica de la paradoja utilizada como figura retórica y de pensamiento. Milan Kundera hace del personaje una función, una ficción, pero sobre todo una tensión de mundo.

En otra obra de revelación filosófica y ontológica titulada Los testamentos traicionados, se reconoce al héroe como pensador, como enigma del deseo y como recuerdo de la historia.

A partir de la década de los 70 y específicamente en su obra Teoría de la Novela, Kundera propicia una relación entre el mundo, el sujeto y la novela desde una escritura de la ironía, el eterno retorno y la metahistoria como narrativa crítica y poder imaginario. Las fuerzas de un imaginario narrativo resistente y persistente produce en su prosa novelesca y ensayística una ruptura donde pensamiento, novela, “fantástico” y revolución espiritual crean los nuevos territorios de la memoria como parte de un proceso de mundos narrados desde una vertiente responsiva y transformante de aquello que se reconoce como “mundo posible”.

El teatro crítico escrito por Kundera, se hace también visible en la relación lectura-ruptura y crítica-pensamiento. En su obra Jacques y su amo. Homenaje a Denis Diderot, se registra el tipo “Jacques” y “su amo” que alude a la pieza Jacques, El fatalista y su maestro (1771-1778), de Diderot, donde podemos advertir el juego dialógico y escénico en una representación que recuerda también la estructura becketteana del mundo y la tragedia pesimista del no-movimiento de la realidad trágica del sujeto. De ahí la referencia dialógica e intertextual al Diderot dramaturgo y novelista.

Sin embargo los siete “ensayos” narrativos de la novela titulada La insoportable levedad del ser, y que motivan una reflexión que va más allá de su filosófico y crítico título constituyen lo que hemos denominado una “épica de ser” pronunciado en su ironía sentiente y postmetafísica.

Desde luego, Kundera  fue, ante todo; un artista de carrera (musicólogo, cineasta, profesor de arte, poeta “jazzista”), aunque su propensión a la escritura es una cardinal en su vida literaria. El cultivo del ensayo, la novela, el cuento, la crónica, la crítica, el poema y el guión cinematográfico, fue reconocido desde su juventud y, entre 1950 y 1959, su vida artístico-literaria era conocida en Checoslovaquia. Originario de Moravia, su espíritu inquieto lo llevó a protestar contra la invasión soviética a su país el 21 de agosto de 1968, cuando el Pacto de Varsovia, decidió invadir Checoslovaquia en medio de protestas y turbulencias en todo el país. Lo cual generó las reformas de la “Primavera de Praga”. La doble federación que dividió a Checoslovaquia en dos repúblicas (República Socialista Checa y República Socialista Eslovaca ha permanecido como cambios que han sobrevivido con sus luchas ideológicas e idiomáticas (idioma Checo, idioma eslovaco).

Como se sabe, Milán Kundera tuvo que abandonar su país al quedar fuera del sistema de producción, y desde 1975 vive en Francia (París-Rennes). Toda la memoria del sujeto socialista la encontramos en sus obras que es un solo libro de la risa, la ironía, el llamado destino, el eterno retorno, sus complementos míticos, la presencia de sus seres íntimos y sus demonios biográficos.