Fue un verdadero quebradero de cabeza encontrar, entre tantas cosas interesantes que podrían enfocarse, un tema para nuestra entrega de esta semana. Pero pensando en la agitada situación vital que nos agobia, cargada de problemas de toda índole, surgió la idea.

Aunque la migraña o jaqueca es el dolor más frecuente de cabeza, he oído a mi padre y a mi suegra decir que "nunca han experimentado tal afección".

El 50% de la población adulta la padece y ataca con el doble de frecuencia a la mujer en comparación con el hombre, siendo más común en personas entre los 20 y los 50 años de edad. Los niños entre 3 y 5 años también pueden sufrirla.

Si bien el problema está infra diagnosticado y debemos mejorar el conocimiento y la información sobre el mismo, algunos lo relacionan con la carga económica y social por la baja productividad.

Millones de personas pierden días laborables por este trastorno y de ahí su importancia capital, aunque los sistemas de salud no le den el peso que le corresponde. Durante un ataque de migraña o dolor de cabeza, el 90% de los afectados debe dejar de trabajar.

Se definen varios tipos de migraña, siendo la común o clásica la más habitual, caracterizada por dolor en la mitad de la cabeza, pulsátil, que comienza en la frente y puede abarcar el ojo e irradiarse al lado contrario. Se asocia a náuseas e intolerancia al ruido y a la luz.

El "aura" es un aviso que precede al dolor, acompañado de síntomas visuales como manchas y destellos luminosos.

La intensidad puede variar de leve a muy agudo, llegando en ocasiones a ser desesperante.

Se describen también la migraña oftálmica, vasomotora y menstrual, la que se asocia a los estados de ansiedad y depresión que acompañan esa condición femenina de cada veintiocho días.

Otras como las que afectan al trigémino o nervios simpáticos, más comunes en el sexo masculino, son usualmente unilaterales y siguen el curso del nervio afectado con dolor opresivo y lacerante.

Se atribuyen a una interacción anormal del cerebro con los vasos sanguíneos y nervios de su entorno provocada por sustancias neurotransmisoras.

El estrés, insomnio, la ingesta de café y chocolate, vino tinto, embutidos y alimentos con aditivos, así como algunos quesos fermentados y otros nutrientes, están relacionados con su aparición. También las posturas incorrectas en el trabajo, ahora agravadas por el uso de la computadora.

La historia clínica y la evolución del proceso ayudan a diagnosticar correctamente, debiéndose descartar una patología orgánica, tumoral o malformación congénita, con la tomografía axial computarizada o la resonancia magnética nuclear.

Se recomiendan beta-bloqueadores y antidepresivos como prevención o profilaxis. Así como evitar los desencadenantes como estrés, cambios ambientales bruscos, luz intensa, tabaco, vinos tintos, chocolate, edulcorantes sintéticos y los ya mencionados quesos.

Las crisis de dolor intenso se tratan con analgésicos convenientes dejando los vaso-constrictores de ergotamina para los ataques más agudos, a sabiendas de que su uso estaría limitado a estos, por las complicaciones oculares tardías que provocan a largo plazo.

Un grupo de hombres de ciencia ha encontrado recientemente un cierto rasgo genético en relación a este mal y esto podría significar el desarrollo de nuevos tratamientos y estrategias para prevenir los incómodos ataques.

A pesar de lo engorroso de la situación hemos logrado superar el dolor de cabeza que inicialmente motivó este tema y sin necesidad de analgésico llegamos al final, esperando haber aportado algunas informaciones de su interés.