República Dominicana ha registrado desde el siglo XIX movimientos migratorios que han tenido, entre otros, los siguientes impactos: predominio de familias de inmigrantes europeos en la economía con una tradicional incidencia en el poder, la emigración creciente dominicana y el uso intensivo de la mano de obra haitiana.
Pastor Vásquez, intelectual y diplomático dominicano, considera en su libro “Éxodo” que el dictador Rafael Leónidas Trujillo, instigador del anti haitianismo, ha sido el principal promotor de la migración laboral haitiana. Formalizó la contracción de braceros en 1952.
La mano de obra haitiana ahora es absuelta en la producción agropecuaria en general, la hotelería y en la construcción. Es tan indispensable en la economía dominicana como los millones de indocumentados mexicanos y latinoamericanos en Estados Unidos.
Los trabajadores haitianos aportan al PIB dominicano 5.4% equivalente a US$ 2,603 mil millones de dólares según un estudio complementario de la Encuesta Nacional de inmigrantes realizado por la ONE-FNUAP. Mientras, para el año recién finalizado, el Estado invirtió en sus gastos de salud y educación cerca de US$ 157 millones de dólares según datos recogidos por la prensa.
Las remesas provenientes de República Dominicana, estimadas entre 350 y 400 millones de dólares anuales, tienen un mayor impacto en la pobreza de Haití que las registradas desde otros países según el Banco Mundial. Se puede decir que tienen una importancia estratégica para el país. Sin esa contribución posiblemente los que benefician de dichos envíos hubieran tomado hace mucho el camino de la frontera.
Científicamente, considerar la migración haitiana como una carga, es una aberración.
En el marco de la competencia internacional, República Dominicana se promueve como una plaza atractiva para las inversiones extranjeras. Para tales fines incesantes esfuerzos se hacen desde el CEI-RD y las misiones diplomáticas y consulares en el mundo. Igualmente, se buscan mercados y oportunidades para las exportaciones y la industria dominicanas.
Así, además de mantener una balanza comercial dominicana favorable en los intercambios binacionales, la Ley Hope, un acuerdo bilateral entre los Estados Unidos y Haití, ha ofrecido una excelente oportunidad de mano de obra barata y otra ventana de exportación a empresarios dominicanos que se instalan de aquel lado.
Influentes inversionistas haitianos han hecho lo mismo en territorio dominicano.
Por una suma que no ha sido revelada, el Grupo Bigio adquirió desde finales del 2011, las 224 estaciones de la Texaco, 10 instalaciones de aeropuertos y 3 terminales de importación. Ese año la inversión extranjera alcanzó el monto de US$ 21,380 mil millones.
La inestabilidad política haitiana ha provocado significativas pero discretas inversiones haitianas en las zonas francas, la hotelería, la restauración al igual que importantes alianzas en las telecomunicaciones.
Esas inversiones, hasta en el sector inmobiliario en los polos turísticos, en su mayoría no son contabilizadas como haitianas por el hecho de que sus responsables tienen otra nacionalidad con la cual se sienten más seguros.
En dos restaurantes capitaleños de clase media alta los dueños haitianos prefieren no poner nada que los identifique con su país como consecuencia de un ambiente en la opinión pública que los transforma en enemigos de República Dominicana. Situación que pone igualmente en zozobra los estudiantes universitarios que generan ingresos por US$ 117 millones anuales según estudio del Banco Central.
Paradójicamente, 20% de la población dominicana ha emigrado, según el Consejo nacional de los dominicanos que viven en el exterior (CONDEX). Tan solo en Puerto Rico incluyendo unos 200,000 indocumentados, representan 7.24% de la población según datos extraoficiales.
Insertados en el sistema, su expulsión está descartada para no provocar el colapso del sector construcción y serios trastornos socio económicos en República Dominicana.
Desde luego hay que apoyar la regularización. Mas, la exacerbación ultranacionalista anti haitiana manipulando el tema migratorio tiene obviamente otros propósitos que insieran dos peligros en lo socio económico. El primero es el desaliento a la inversión extranjera tanto haitiana como de otros países por crear inseguridad y temores en los inversionistas.
El segundo es provocar un boomerang migratorio de mayor impacto, con la promovida repatriación masiva de trabajadores haitianos, la cual, rompería el “muro de las remesas” que permite retener allá a potenciales emigrantes.
No se dejan confundir.