Como he dicho otras veces considero que los tres más grandes problemas que enfrenta la humanidad en este momento son: el calentamiento global, los flujos migratorios y el control de la pandemia.

En el continente europeo, la llegada de migrantes africanos no para y aunque la situación de crecimiento demográfico negativo que presenta esa región, hace necesario la recepción de nuevos residentes, los que llegan se convierten en una carga para los países receptores, pues no tienen los niveles educativos requeridos para convertirse en el corto plazo en entes productivos, con el agravante de venir con costumbres y culturas diferentes que complican el proceso de adaptación.

En esta parte del mundo, los que deambulan de un lugar a otro como almas en pena son: venezolanos, centroamericanos y haitianos, obligados todos por la incapacidad y rapacidad de sus gobernantes y la pobreza que impera en sus países.

El caso haitiano es de particular interés para la República Dominicana, pues mientras este planeta exista compartiremos la isla con nuestros vecinos. Durante largo tiempo consideré que era posible que Haití progresará económica e institucionalmente y que era necesario el involucramiento de los sectores político y empresarial de ambos países para lograr que eso sucediera, pero la miopía y la desmedida ambición de los actores haitianos impidieron transitar ese camino.

Mientras nuestro país ha progresado económicamente y sus instituciones se han fortalecido, Haití se ha empobrecido y las instituciones haitianas son poco menos que inexistentes, cayendo esa nación en una espiral de desorden, delincuencia y pobreza que cada vez se hace peor, siendo actualmente una especie de zona de nadie, donde no existen garantías de ningún tipo. Para complicar aún más esa situación, se produjo hace poco tiempo el asesinato del Presidente Moise, caso que aún se encuentra sin aclarar, pero que todos los indicios apuntan a que fue planificado por personas ligadas al poder político y empresarial de ese país.

En el momento que se produjo el magnicidio, ya varias pandillas de delincuentes, algunas con apoyo político, controlaban diferentes barrios de Puerto Príncipe y zonas aledañas, situación que se ha agravado, pues ya las bandas armadas controlan gran parte del país, sin que el débil gobierno haitiano pueda hacer nada para evitarlo. Es evidente que el Estado en ese país está desapareciendo ante los ojos indiferentes de la comunidad internacional, que sólo se inquieta cuando a sus países comienzan a llegar oleadas de extranjeros, creo que deberían interesarse y preocuparse ante un problema que podría en poco tiempo, convertirse en un factor desestabilizador de toda esta región.

Hoy en Haití, no existen interlocutores con quienes discutir un plan de reordenamiento y quien parece tener más poder   es el jefe de una de las bandas criminales quien se ha dado el lujo de desafiar abiertamente al Primer Ministro.

Recientemente se produjo el secuestro de un importante grupo de misioneros norteamericanos, pidiéndose por ellos un millonario rescate, siendo esto el principio de lo  que podría terminar en una gran tragedia.

Allí, al cruzar la frontera, se vive sin gobierno, sin control de ningún tipo y en manos de poderosas bandas de delincuentes, esto es un gran problema para la República Dominicana, pues su cercanía, su mayor desarrollo y su larga y porosa frontera, la convierten en el lugar más fácil de alcanzar para salir de las penurias y el peligro con que en ese lugar se sobrevive.

Por esa razón el presidente Abinader, le ha dado la importancia que amerita el caso, presentándolo en las Naciones Unidas, de manera enérgica y realista. Además de unirse a dos mandatarios centroamericanos para realizar esfuerzos conjuntos en diferentes foros a favor de una actuación rápida en Haití, no sé si esas acciones serán suficientes para sensibilizar a la comunidad internacional para que actúe antes que sea demasiado tarde.

Tal y como dijo el Lic. Abinader, "no existe una solución dominicana para el problema haitiano", pero dadas las consecuencias para nuestro país de este caso debemos ser actores principales y activos promotores en la búsqueda de una salida rápida, antes que esa bomba de tiempo explote.