Definitivamente que la interculturalidad es un componente esencial para el desarrollo de cualquier sociedad. Desarrollo entendido como aquel estadio de bienestar, no solo económico y social, sino también cultural, en el que los seres humanos pueden, de forma efectiva,  plasmar sus aspiraciones de progreso y bien común.

El fenómeno de la migración, sigue siendo uno de los de mayor complejidad en el plano local e internacional de los países del hemisferio. Migrar es una necesidad que siempre ha acompañado al ser humano desde sus orígenes, con miras a la supervivencia. No obstante, la migración en los últimos años ha adquirido un mayor empuje, alentada por los procesos de globalización y por las grandes diferencias en los niveles de desarrollo y progreso que existen en nuestro planeta. No es un secreto que el que decide migrar, dejando la seguridad que le brinda el entorno que conoce y las raíces culturales que le han dado esencia, lo hace porque ya no encuentra oportunidades de crecimiento y desarrollo para sí y los suyos en esa sociedad.

En el caso de República Dominicana, país de origen y destino, pues son muchas, por ejemplo, las mujeres dominicanas migrantes que parten a otros lugares, sobre todo Europa, en búsqueda de un mejor destino, en muchas ocasiones engañadas siendo víctimas de redes de explotación y trata, no creo que el Estado aún haya hecho conciencia de la situación del migrante ni hasta qué punto la migración puede contribuir al desarrollo y al fortalecimiento de la economía, a pesar de que es un hecho cierto el que el segundo mayor aporte a la economía dominicana son las remesas[1].

"Se señala que las mujeres migrantes son víctimas de muchas situaciones de violencia dentro de los procesos migratorios, así como de marginación e invisibilidad en los países de origen"

De acuerdo a un estudio del Servicio Jesuita para Migrantes, cuyos datos fueron tomados de un informe de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, el aspecto familiar es uno de los principales factores que provocan la migración, sobre todo en el caso de las mujeres y los niños y niñas.

A su vez, se señala que las mujeres migrantes son víctimas de muchas situaciones de violencia dentro de los procesos migratorios, así como de marginación e invisibilidad en los países de origen. Entre las condiciones infrahumanas que viven las mujeres migrantes, y esto se aplica tanto a dominicanas como a haitianas, se destaca la inseguridad producto de la no asistencia sanitaria, así como de la no provisión de vivienda, alimentos y acceso a educación.

En el plano laboral, tanto las y los dominicanos que salen, como las y los haitianos que vienen a nuestro país, son abusados con el injusto pago de salarios bajos, provocando una inestabilidad en la continuidad del trabajo, lo cual es resultado también de la propia situación de irregularidad migratoria, constituyendo una violación grave de DDHH al dejarlos al margen de los llamados derechos sociales.

En resumidas cuentas, el país no ha llevado a cabo la reflexión necesaria de cara a la implementación de una política migratoria efectiva que satisfaga una política estratégica de desarrollo mucho más abarcadora, la cual incida en las causas profundas de los flujos migratorios y genere expectativas de vida digna para las y los migrantes.

Por tanto, el diseño e implementación de políticas públicas migratorias, adecuadas e integrales, el despliegue de acciones humanitarias, cuando sean necesarias, la puesta en marcha de programas en las áreas de migración y desarrollo, atrayendo además a las diásporas, es de vital prioridad.

Si bien las políticas de desarrollo no deben tener como fin directo actuar sobre los flujos migratorios, sino generar oportunidades y expectativas de vida, ello incide de forma indirecta en la generación de un contexto en el que la migración sea producto de la libre decisión del migrante, y no producto de la pobreza.

[1] Según el PNUD 2005, las remesas de los/as dominicanos/as han registrado un importante incremento desde inicios de los años 90. Para el 2003, las remesas familiares se elevaron a 6.8 %, representando un 12% del PIB. En el Censo Nacional de Población y Vivienda realizado por la ONE en el 2002, se muestra que el 10.2% de la población dominicana recibe remesas. Según el Banco Mundial, el 58% de las remesas que llegan desde Estados Unidos proviene de las mujeres.

Respecto de los aportes económicos de la migración, es importante destacar que el Gobierno Central dominicano, de la plusvalía producida por los trabajadores formales y subcontratados (nacionales y extranjeros) de 105 empresas que reportaron ganancia, percibió RD$122.73 millones en 2004, RD$152.2 millones en 2005 y RD$87.5 millones en 2006, por concepto de impuesto sobre la renta empresarial, para un total de RD$362.43 millones. El  impuesto sobre la renta empresarial es una fracción de la plusvalía generada por los trabajadores y, por tanto, el mismo es generado en parte por la mano de obra haitiana. Esto significa que el Estado percibió 0.11 centavos por cada mano de obra haitiana que contribuyó a la producción de la misma (Revista Estudios Sociales, año 41, vol. XI, número 148. Enero-marzo 2009).