En estos tiempos en los que los migrantes, los otros, son muchas veces personas non gratas, quiero compartir tres historias de migración, empezando por la mía propia. Soy de un pequeño pueblo de Castilla, en España: Osorno la Mayor. Allí pasé una infancia feliz. Dejé aquella tierra hace ya 25 años.
Migré. Pero soy lo que podemos llamar un migrante de elección, pues lo hice por oportunidad profesional. Hoy día trabajo con Naciones Unidas en la República Dominicana. Me gusta lo que hago y estoy contento fuera de España.
Como hice yo, algunas personas o familias migran por elección para mejorar sus ingresos o para optar por un trabajo más cualificado o gratificante. Es el caso de los jóvenes españoles que viajan a Europa, o los dos millones de dominicanos que han salido del país. Pero otros ciudadanos migran por necesidad, en condiciones precarias, porque es la única manera que tienen de sobrevivir. Me refiero a los haitianos y centroamericanos amenazados por la violencia o la extrema pobreza, o a la migración causada por el hambre de los africanos que se arriesgan a llegar a Europa.
De Osorno la Mayor también migró, a primeros del siglo XX, mi abuelo paterno, el abuelo Zoilo. Dejó a su mujer, mi abuela Celestina, y a su primogénito, el tío José, para embarcarse rumbo a la Argentina. Después de 10 años sin que la familia supiese de él, regresó al pueblo sin un real.
Gracias a ese regreso, el abuelo tuvo varios hijos más con la abuela, entre ellos mi padre. ¿Fracasó el abuelo en Argentina? Probablemente. Lo que sí estoy seguro es que, sin ese retorno, ustedes no estarían ahora leyendo estas líneas.
Pero de Osorno la Mayor también migró, seguramente por necesidad como mi abuelo, Antonio Díez Baillo, en algún momento de finales del siglo XVIII. Antonio Díez nació el 15 de enero de 1748 en Osorno la Mayor, y fue el abuelo materno de Juan Pablo Duarte, considerado el padre de la patria dominicana.
Juan Pablo Duarte fundó la organización secreta La Trinitaria en 1838, en la cual se aprobaron tanto el nombre como la bandera que representaría al nuevo Estado al que se aspiraba: la República Dominicana. La conmemoración, hace unos días, de la Declaración de Independencia, ocurrida el 27 de febrero de 1844 para finalizar con 22 años de ocupación haitiana, ha provocado en mi mente esta asociación de ideas entre la migración y la independencia.
El mismo pueblo, y probablemente la misma causa de migración, plantean dos historias diferentes: un abuelo regresó, el otro se instaló y dio origen a familias protagonistas en la época de las independencias latinoamericanas, y no sólo en la República Dominicana.
Porque se da la circunstancia de que un tío de Juan Pablo Duarte, hermano de su madre Manuela Díez e hijo por lo tanto del mismo Antonio Díez que emigró desde Castilla, fue General con Bolívar, y un hijo suyo fue Presidente efímero durante 9 meses en Venezuela. Se llamaba Mariano Díez.
La migración tiene, como estamos viendo, muchas caras. No es deseable ignorarlas, y tampoco es sencillo analizarlas. Las historias que he referido aquí (algunas grandes asociadas a países, otras pequeñas asociadas a personas) no hubieran ocurrido sin el azar, sin los movimientos y relaciones de las personas ligadas a la migración, que lo mismo dan origen a un articulista ocasional (el caso de mi abuelo), que sientan las bases de la independencia de un país tan lindo y querido como la República Dominicana.