Los/as migrantes sufren de discriminación y violencia; en caso de denunciar estas prácticas xenófobas, se topan que por parte de las autoridades hay impunidad. Pocos/as recuerdan que de una u otra forma todos/as somos migrantes.
El 4 de diciembre de 1990, la Asamblea General de la ONU adoptó la convención internacional sobre la protección de los derechos de todos/as los/as trabajadores/as migrantes y sus familias; un paso importante en este asunto.
Los países de origen, los de tránsito y los destinatarios deben proteger y preservar los derechos humanos con medidas aplicables (porque una cosa es la medida y otra su aplicabilidad), además de educación, concientización y sensibilización para todas las personas incluyendo al Estado y los habitantes.
La migración tiene una relación estrecha con el desarrollo tanto económico como humano, ya que se mandan remesas a los lugares de origen y en cuanto al país de destino hay consumo. Pero –y esto es lo que quiero enfatizar en este artículo– lo más importante es el respeto a la dignidad, solidaridad, cooperación, y todos aquellos valores que fomentan el desarrollo personal.
La migración contribuye de manera positiva en ambas partes, respaldadas con políticas adecuadas que aseguren el respeto a los derechos fundamentales. No olvidemos que también son migrantes aquellos/as que viajan en búsqueda de mejor salario, aunque tengan estudios superiores y sean de clase media o alta. Que estas personas también son migrantes, es un hecho curiosamente invisibilizado en el discurso de muchos/as analistas de la migración.
Datos de la ONU nos indican que “Las mujeres migrantes representan casi la mitad del total mundial de migrantes y son más numerosas que los varones migrantes en los países desarrollados” (ONU, 2012). Ahora el problema que esto plantea es complejo y alarmante. En el camino muchas mujeres han sufrido percances, no han llegado a su lugar de destino y tampoco a su hogar.
Aunque no se tienen datos fehacientes se cree que fallecen en el camino, son asesinadas o desaparecen por trata, traficantes de órganos, sin contar los abusos sexuales que sufren. Esta suerte es compartida por infantes y adolescentes, algunos/as de los/as cuales viajan con sus padres. Aunque no se sabe con exactitud el número de infantes que intentan mejorar su futuro.
El texto “Infancia y migración internacional en América Latina y el Caribe”, nos indica que 1 de cada 5 migrantes es un niño, niña o adolescente. Recordemos que “La convención sobre los Derechos del Niño” protege a todos/as los/as niños/as sin discriminación. Ahora lo importante es que esto quede claro en los países de tránsito y a los receptores. ¿Se han detenido organismos oficiales a estudiar la situación específica de la migración infantil haitiana hacia RD?
La “Convención Internacional sobre la Protección de los Derechos de Todos los Trabajadores Migratorios y de sus Familiares”, que se llevó a cabo en el 2003, nos menciona que los mayores países receptores han sido los países occidentales (en Europa occidental y Norteamérica) y otros países (como los Estados del Golfo). Los países en transición o menos desarrollados (como India, Pakistán y Rusia) también reciben muchos/as migrantes.
Algunos Estados están al mismo tiempo enviando y recibiendo migrantes: por ejemplo, muchos/as dominicanos/as viven en el exterior y al mismo tiempo República Dominicana es un país receptor de migrantes que provienen de muchos lugares, en especial de Haití. República Dominicana, en efecto, expulsa más nacionales que lo que recibe del vecino país, según analistas.
Los/as migrantes no siempre se desplazan del mundo en vías de desarrollo a países desarrollados. Según estadísticas recientes, el 55% de los/as migrantes reside en Europa y Norteamérica y el 45% restante vive en el resto del mundo. Lo mismo es aplicable a los/as refugiados: menos de la tercera parte de los/as refugiados del mundo viven en Europa o Norteamérica; el 70 por ciento de ellos/as viven en países menos desarrollados” (UNESCO, 20:2003).
La migración se da por necesidad. Tenemos el deber [ético] de respetarlos/as porque son personas, antes que por sus aportes económicos, culturales, etc.
La persona migrante no está cerca de su centro de apoyo que es la familia, no conoce el lugar al que se dirige y mucho menos el camino; se tiene que adaptar a nuevas costumbres, tradiciones y sociedades… Es rechazada, entre otras cosas, por no ser originaria o porque representa competencia laboral.
Y no nos damos cuenta (o sí, pero lo disimulamos) que la persona mirante es un pilar de la economía, tanto para la nación receptora como para la originaria. Pero antes que pilar de la economía, insisto, el migrante es persona, con la misma dignidad que toda otra, y por tanto sus derechos fundamentales deben ser respetados sin excepción. Se trata de una realidad radical: la persona.
Tener un status migratorio irregular no disminuye la dignidad de esa persona ni suspende sus derechos. El migrante es persona, y esto es lo más importante.