En verdad que la histórica frase de un pensador que hubo de revolucionar el mundo y las sociedades en el siglo X1X en forma de tragedia y de comedia, cuando uno la analiza con detenimiento sesudo como que le entrega cierto viso de certidumbre, observando las ocurrencias de hechos que como por arte de magia se producen en círculos recurrentes en su base fundamental. En los años cincuenta de la Era de Trujillo, salió una Encuesta en el periódico El Caribe sobre la Educación laica y libre Hostosiana, con la aviesa intención de detractar al gran e insigne maestro Eugenio Ma. de Hostos y su proyecto de educación. Y tal como sucede en estos días la historia se repite cuando se quiere introducir la lectura bíblica en la Escuela dominicana, bajo el amparo del mito del eterno retorno, resucitando los desfasados criterios de la Edad Media.
Y me pregunto: ¿Dónde están los verdaderos hostosianos en la defensa por una educación laica y positivista? En la filosofía de Hostos el aula se constituía en un ensayo de naturaleza critica, científica, académica, no ortodoxa, sin los dogmas propios de la Religión; necesaria, reconozco, para el freno de las bajas pasiones de los hombres y mujeres, pero que tiene un vital espacio en los hogares, templos y en los retiros de la propia naturaleza donde se hacen veladas y rituales para sosegar la violencia del espíritu y encontrarse con su divinidad superior. Allí no hay interpretación para el desempeño de los problemas terrenales en sus versiones sociales, económicas e investigativas, sino metáforas, alegorías, comentarios y analogías entre lo temporal y lo celestial dado como misterio paradójico e inextricable; motivando las maravillas del universo y los temores catastróficos de la historia humana. La solución no es humana, el hombre se reconoce dañado y solo una intervención divina puede salvarlo de la catástrofe y su extremo, el apocalipsis: la ciencia no entra en su reino, porque: mi reino no es de este mundo.
En el Contrato Social J.J Rousseau, profusamente racionalista, ilustrado, nos dice lo siguiente: Conviene mucho a un Estado que cada ciudadano tenga una religión que le haga amar sus deberes; pero los dogmas de esta religión no interesan al Estado ni a sus miembros más que en la medida que se relacionan con la moral y los deberes que está obligado a cumplir con respecto a los demás el que profesa. {P.165, Ed, Alba). Rousseau se inclina por el sometimiento del ciudadano a las leyes y la justicia, una razón de ser libre; Observa que los dogmas convierten a los ciudadanos en instrumento dóciles de los Monarcas, Reyes y hoy elites poderosas que se adueñan de su cerebro infeliz convirtiéndolos en servidumbre porque la rebelión es llama ardiente para sus asientos en el Estado.
Comenta en su obra más adelante que la finalidad es la conquista del paraíso, lo eterno, no lo temporal. Así debemos comprender con Hostos que, en el Aula, que está en el mundo, los escolares deben entrar a la comprensión de su mundo, no al más allá. Por tanto, esas visiones encontradas no deben ingresar al Aula con lectura bíblica generadora de controversias insalvables entre las creencias mismas y en paradoja con la interpretación de los eventos sociales, matemáticos, físicos, astronómicos, que les niegan su carácter fenoménico y de proyección para dejarlos a la voluntad divina. Hostos era la explicación que enseño a sus discípulos bajo la enseñanza científica, aunque no negó nunca a Dios.