Fidel es un peluquero con el que llevo poco más de diez años cortándome el pelo sobretodo porque no sé explicar qué tipo de corte quiero, pero con Fidel solo basta sentarme y él se encarga de lo demás.
Fidel es un tipo parlanchín, gusta del alcohol y las apuestas en el dominó. Cuando lo visito suele hacerme muchas preguntas sobre la realidad del país, pero lo que no termina de entender Fidel es que prefiero escucharlo a él.
La gran lucha de este peluquero, y por lo único que realmente se desvive, es porque sus hijos no sean delincuentes. “Uno quiere tener hijos buenos, pero esta maldita sociedad no nos deja” me dice mientras corta mi cabello.
“Cuando vi que el más grande se me taba torciendo lo mandé pa’la academia y ya es cadete de tercer año”. Esto lo dice con especial orgullo
Un dato interesante es que casi todos los peluqueros adornan sus espacios con fotos de hombres que modelan diferentes tipos de cortes, pero en la peluquería de Fidel lo que existen son fotos de sus hijos en diferentes momentos, tanto del militar como de otros dos.
El más pequeño se ha interesado en la música y él le compró una guitarra, pero con la condición de que empezara a ir a la Iglesia. Cuando le pregunté sobre esa decisión me decía que la música está creando delincuentes pero que si él aprende a tocar en la Iglesia lo que hará es dedicarse a tocar música religiosa y él como joven puede llevarle un buen mensaje a la juventud para que no tome el camino de la delincuencia.
Al ver que insiste tanto en el tema de la delincuencia le pregunté: Fidel, si tuvieras que aconsejarle a una familia sobre qué hacer para que sus hijos no sean delincuentes ¿qué le dirías? “bueno yo le diría tres cosas:
- Mantenerlo a cuarta, o sea con la soga corta y se la vas soltando en la medida en que se ganen la confianza.
- Hay que estar como el DNI con los hijos, saber con quién se juntan, a donde van, ponerle hora de estar en la casa y averiguar la vida de sus amiguitos porque cuando viene a ver son delincuentes.
- Las cosas hay que dárselas si se la ganan. Yo les cambio favores por buena nota y buen comportamiento. Al que le compré la guitarra fue con el compromiso de que estaría en la Iglesia y que sacaría buena nota en el liceo. Si no me cumple nada de eso se la quito aunque se estrelle en el suelo dando gritos.
Quizás los consejos de Fidel sean muy drásticos pero ha sido la manera en cómo ha podido ir sacando lo mejor de sus hijos. Su sonrisa cuando mira la foto del militar o cuando habla de su hijo que toca en el coro de la Iglesia dan a entender su satisfacción.
Las historias de la gente de los barrios hacen que en mí florezca el espíritu de la navidad porque lejos del consumo que se promueve en estas fechas el sentido de la Navidad es amar, así como se ama a los hijos o hijas, al esposo, la esposa, la familia en sí, también se ama a quienes nos rodean. Lo que hace Fidel con sus hijos es el llamado a que también ustedes velen porque sean los mejores hombres y mujeres de esta sociedad que tanto nos necesita. ¡Feliz Navidad!