Mi patria no es Dajabón, porque nunca he estado en Dajabón. Tampoco es la Isla Saona, porque nunca he conocido la Isla Saona. Mi patria es una butaca en el Liceo Estados Unidos. Es otra butaca en el Liceo Fabio A. Mota, de Los Mina. Es un casa en la calle Juana Saltitopa, que borraron los bulldozers de Balaguer. Es otra en Gualey, donde pasaron los mismos bulldozers. Mi patria es el café de las seis de la mañana con Gabina, o la sonrisa de Julia -la heredera de Amy y Maurice-, es el libro mío que me tumbara alguien y aquel otro que se quemara en aquel carro Honda que tenían Alejandro y Martha. Mi patra son infinidad de abrazos, el Conde de arriba abajo, las palabras de Norberto James Rawlings desde Boston, algún acelere de Junot porque en este momento lo estoy desperanto en Hong Kong y él pensaba que era algo más importante. Mi patria es un papel, un jugo de zapote, el doblar por una esquina y ver que el edificio Diez se mantiene aunque esté cerrado. Dime cuál es tu patria y te diré si también podrá ser la mía.