Hay un mandato cultural machista que está haciendo que mucha gente se pierda de cosas muy importantes en la vida. Esta cultura en la que somos criados y educados nos enseña  que los hijos son de las mujeres. Movidas por este aprendizaje, la mujer enfoca todo su proyecto de vida y objetivo de SER  en la maternidad y el crecimiento de los hijos, se siente dueña de sus vidas, asumiendo como suyas las responsabilidades de los hijos, renunciando a ella misma y anulándose como protagonista de su propia historia, esta es una gran pérdida para las mujeres.

Este mandato también hace que los hombres salgan de las vidas de sus hijos pues la puerta de entrada es la madre de estos, es decir, la mujer. Posiblemente el plano que más se ha destacado del resultado de este mandato cultural es la facilidad con que muchos hombres se liberan de las responsabilidades económicas que representan los hijos, dejándole a la mujer la mayor carga en este sentido. Para comprobar esto solo basta con hacer un recorrido por los juzgados de paz del país y constatar la cantidad de demandas por manutención en contra de los padres de unos hijos que ellos dicen amar.

Sin quitar la importancia a este aspecto, pienso que esa no es la mayor pérdida que tienen los hombres aunque con ello pierdan la posibilidad de reclamar sus derechos como padre de esos hijos.

Pienso que la mayor pérdida es salir de las historias de sus hijos e hijas, no ser parte de sus alegrías, logros, satisfacciones y también sus  dolores, tristezas y desilusiones, pues es en estos momentos donde el amor más crece y se fortalece.

No me parece justo que los hombres sigan creyendo este mandato cultural machista que les ocasiona esta tremenda pérdida y se conformen con salir de las vidas de sus hijos y nada más. Me resisto a creer que en este siglo continuemos trayendo niños y niñas al mundo con un solo apellido funcional, el de sus madres.

Creo que los hombres tienen una lucha por delante que no se han percatado que es de ellos, la lucha por el derecho de formar parte de las historias de sus hijos y que podamos ver en unos años a un Félix Sánchez  mostrando a la foto de su padre el logro obtenido en una carrera, o a un Luguelin veloz siendo abrazado por su padre cuando obtenga el oro en las próximas Olimpiadas de Brasil.

Finalmente los que más pierden, ellos, los hijos y las hijas que guardan dolores de abandono y orfandad que los persiguen  toda la vida y que al igual que papá y mamá centrarán sus vidas mañana en otros proyectos y personas que no sean ellos mismos, pues nunca nadie les hizo saber que son precisamente ellos lo más importante y valioso del universo.