Escribo estas líneas motivado por la indefensión, el desamparo, la desesperanza y la impotencia que me embriaga en estos momentos.
Cuando veo la impunidad del dinero mal habido, me siento en el trono de la rebeldía y acuden a mí, ideas de redención inimaginables.
Así como Yahveh expulso del tempo a los mercaderes y agiotistas, quisiera tener el látigo divino para hacer lo mismo.
La corrupción endémica que hoy nos invade, es producto de la dejadez ciudadana y una abulia ante el poder del dinero.
Nosotros, TODOS, somos culpables de la desfachatez jurídica e institucional, que campea por sus fueros, en esta sociedad corrupta y anómica.
Los dominicanos, olvidamos fácilmente los episodios históricos recientes a cambio de ¨disfrutar¨ de una Paz, sin compromiso y clientelar, producto del oprobio y la sumisión que nos caracteriza,
Tenemos un acervo de experiencias que hemos sepultado, convenientemente, a través de nuestra vida ¨republicana¨.
Este ¨entierro¨ no es más que una prostituida expresión de una cobardía acomodaticia, cultivada por las necesidades perentorias de nuestra pueril existencia.
De ahí que, añoramos los años fértiles, fecundos y deslumbrantes de aquel régimen de disciplina republicana que dura casi más de 31 años.
Hoy día, vemos como se dan eventos denigrantes ante nuestros ojos, afectados por la ¨conjuntivitis¨ de la indefensión y el desamparo institucional.
Mas grave aún, lo constituye la apatía ciudadana que pretende, con ¨machas pacificas¨ borrar 200 años de corruptela y desfachatez jurídica.
Creo que ya llego el momento de tomar posiciones firmes y proactivas, tanto en la mal llamada ¨Sociedad Civil¨ como en los núcleos sociales afectados por esta desfachatez jurídica.
Tengo la impresión, de que los elementos de la Gesta de Gregorio Luperón y el Juramento Duartiano, deben de ser revividos de inmediato y transformarlo en hechos. El Trabucazo de Mella debe de ser disparado de nuevo, no en la Puerta de la Misericordia, si no en al corazón de cada uno de nosotros, como llama incendiaria que remueva las estructuras corruptas de nuestra Nación/Patria.
Dominicanos, de todo corazón, y comprometidos con los ideales de nuestros patricios y de Eugenio Maria de Hostos, levanten su voz, en todos los ámbitos y enclaves arcanos, para desterrar de esta patria a los corruptos y traidores de nuestra nación. Iniciemos una revuelta dignificante donde impere el coraje y la dignidad, por encima de las conveniencias personales y las ¨percepciones¨ pueriles y acomodaticias.
¡Levantemos el lema de Concepción Bona y enarbolemos la bandera multicolor donde sus blasones sean la lucha impenitente y artera en contra de este Seol bíblico que hoy nos arropa!