Este 31 de diciembre del 2012, recibí un gran regalo por parte de alguien completamente desconocido. No me puedo quejar del año que pasó, en todos los planos me fue muy bien, tanto a mí, como a mi familia. Crecí, aprendí y aunque no faltaron momentos difíciles, los buenos superan éstos.
A pesar de los planes que tenía de recibir el 2013 fuera de la ciudad, por razones que no vienen al caso me quedé en mi casa. Participé de manera activa en los preparativos de la cena de año nuevo. En la tarde visité a mis tíos, recordé que no había comido y acompañado de mi mamáme dirigí a una de las plazas comerciales.
En ésta, estuvimos en varios negocios de comida rápida viendo qué comer. En algunos ya no quedaba nada y de los otros no me apetecía lo que había. Al quedarme parado en unos de esos establecimientos se me acerca un señor maduro, delgado, con el pelo gris y de baja estatura. Me ofrece ayuda y comienza a explicarme los platos que tienen para el público. Al finalizar su discurso le di las gracias, me di la vuelta y el señor me dice con una gran sonrisa y lleno de alegría: “Caballero, ¡ Feliz Navidad y feliz año nuevo !”
Este señor,aún teniendo que trabajar un día como ése, en donde la mayoría de las personas están pensando en la fiesta de fin de año o locos por que termine el turno para poder irse a su casa, no pierde la alegría y aceptando su realidad regala una sonrisa y una felicitación tan sincera y cargada de amor a alguien que no sabe si volverá a ver.
Ese detalle de ese amigo, que no se imagina y nunca imaginará el regalo tan grande que me hizo, le doy las gracias y lo comparto con todos ustedes, que si bien podría parecer una tontería, para mí fue un gesto de tanta importancia que dudo pueda olvidar.