Independientemente de las adversidades que lesionaron bastante el proceso de producción originando traumas groseros, creo que la ley de cine simbolizó un aliento en la materialización del filme “Amín Abel, la película”, sin esa ley no estuviéramos tan placenteramente satisfechos con el producto que tenemos en manos.

Cuando estuvo casi a zozobrar con todo preparado para el rodaje, quien da la señal de empezar fue la hoy distinguida directora de la Dirección General de Cine, la señora Yvette Marichal. Luego estaríamos rodando sin descanso durante días seguidos, con jornadas de hasta 18 horas.

Durante el rodaje nunca tuvimos un solo millón junto disponible, el dinero en cantidades bien menores venía por un lado y salía raudamente por el otro, pero fue esa ley que permitió que entrara el dinero que necesitábamos para filmar aún en condiciones desgraciadas.

Como usuario tengo algunos señalamientos para que esa ley 108-10 se perfeccione de manera tal que nadie más pase lo que he pasado al punto que quedamos frustrados y con dolor y temor de acudir de nuevo a esa ley si no se mejora.

Tengo tres docenas de guiones para largometrajes, 42 para cortometrajes y siete para miniseries. Con esos, yo estaría motivado a usar esas facilidades que brinda la ley de cine. Pero el problema con esa ley es que si bien es buena, existen escollos financieros que impiden su uso por parte de personas sin más dinero que el necesario para sobrevivir. Y si no se tiene suficiente dinero en efectivo disponible, si no se cuenta con finanzas personales o inversionistas “locos” y arriesgados, nadie podrá hacer lo que yo hice para avanzar con prontitud, nadie lo logra a menos claro que tengo dinero en el bolsillo y una estructura montada con efectiva estrategia y mejores tácticas.

La ley, es obvio, no se hizo con personas que tienen como objetivo hacer cine serio. Se hizo con personas que la pensaron y la piensan y la usan con fines industriales, comerciales y de lucro. Eso no es infracción, pero tampoco es una virtud que pueda generar una sinergia saludable y por ende una industria creativa.

Sin esta experiencia yo no hubiese descubierto el talón de Aquiles de esa emergente industria nacional del cine.

Es imprescindible que se creen democráticos y sensibles métodos financieros que el mismo estado tiene en sus manos, para crear la sinergia necesaria.

Ahora vamos a descubrir y sufrir en carne propia lo que es la distribución y exhibición. Cuando eso suceda contaré mi experiencia.