Hace mucho tiempo, siendo yo una niña, mi tía abuela Conchita, (Jáquez viuda Rincón), me decía, come de todo porque vendrá el día en que quieras comer y no podrás. Mucha razón tuvo. Con la edad, los ojos se me van con algunas comidas y éstas están vedadas para mí.

En el 2004 tuve la gran oportunidad de visitar París, lo hice acompañada de mi hijo Luis Augusto. Viajar con él es una dicha, porque procura ir a los lugares que permanecerán en el recuerdo.

Visitar todas los sitios emblemáticos de la “Ciudad de la Luz” fue una gran experiencia. Desde el Museo del Louvre, la Torre Eiffel, El Río Sena, el Palacio de Versalles, Montmartre…

Una gran oportunidad en ese entonces fue poder visitar la Catedral de Notre Dame muchos años antes de ser consumida por un voraz incendio, algo que actualmente no se puede hacer mientras es reconstruida. Cuando mi hijo volvió con su familia antes de la pandemia, no pudo visitarla nueva vez, tuvo que conformarse con verla desde lejos ya que se encuentra cercada por su restauración.

Hoy puedo recordar con alegría y nostalgia la visita que hicimos al Museo de Orsay. Allí tuve la oportunidad de ver además de una obra del artista criollo Chassériau, la exhibición de las obras de los maestros impresionistas que me encantan.

Admirar a Manet, Monet, Renoir, Degas, Van Gogh… observar sus pinturas es como ver el paraíso. Me imagino que el cielo es así. Los colores usados me traen paz. Causan en mí una sensación de plenitud. De verdad, es para contemplarlos sin apartar la vista ni un instante.

En el 2005 se me presentó otra gran oportunidad. En el Museo Metropolitano de Nueva York hubo una exhibición de los dibujos del post impresionista Van Gogh.  Estar ante estos dibujos fue una de mis mayores experiencias con el arte. De lejos se puede apreciar la obra completa, pero si nos acercamos notaremos que están realizadas por puntos diminutos o rayitas que forman un todo.

Si las pinturas de Van Gogh me extasiaron en París, sus dibujos en Nueva York me impresionaron.

He sido privilegiada y doy gracias a Dios, porque también he podido admirar de las obras de Picasso “Las señoritas de Avignon” en el MoMa, Nueva York y en el Reina Sofía, Madrid “El Guernica”, entre otras.

También pude admirar hasta quedar saciada “La Crucifixión” de Salvador Dalí en el Museo Metropolitano de Nueva York.

Una hermana franciscana llamada Sor Balbina Vallejo, artista de nacimiento, tocaba el piano y pintaba increíblemente bien, cuando ya estaba muy mayor consideró que la persona adecuada para poseer sus apuntes de arte, así como una colección de libros de los impresionistas, era mi hijo Luis Augusto. Se los regaló. En mi sala también tengo un flamboyán pintado por ella.

Otra de las cosas que me gusta visitar además de los museos son las iglesias. Mi hijo mayor como sabe de mi afición, en estos días estaba haciendo planes conmigo para que hiciera un tour con él, desde que la pandemia nos diera un chance, por Europa, como el que había hecho con su familia.

Me hablaba de la catedral de Santa María en Toledo o Catedral Primada de España, Nuestra Sra. del Pilar en Zaragoza, La Sagrada Familia en Barcelona. La basílica Santa María del Fiore, catedral de Florencia o Duomo de Florencia. San Marcos en Venecia y con gran entusiasmo me describía la basílica de San Pedro en el Vaticano.

En un  principio me ilusioné, pero no estoy segura de que pueda hacer tan interesante excursión ya que no me siento tan ágil para caminar como hace unos cuantos años. Que conste, me gusta caminar y creo que para visitar esos lugares de interés es preciso estar en la mejor forma físicamente.

También me entusiasma pasear por los mercados de pulgas y tiendas de antigüedades.

Dentro de mi peregrinar entre museos, iglesias, antigüedades y mercados de pulgas, algo que mucho llamó mi atención en algunas ciudades fueron los cafés con sus mesitas al aire libre, como en el Paseo Huérfanos en Santiago de Chile, San Telmo en Buenos Aires, Plaza Mayor en Madrid y en las céntricas calles de París.

Me he sentido feliz al ver ese mismo estilo aquí en la calle El Conde, entre Meriño y Las Damas, pero lamentablemente llegaron cuando ya no es mi tiempo.

Un  acierto más de mi tía Conchita.