Es hasta ahora que puedo mencionar tu nombre y aunque la tristeza me visita, logro escribir o hablar del tema. Josué Santana, karateca, médico, percusionista, compositor, investigador. Pero más que eso, Josué fue amigo, maestro, colega, esposo, padre. Una persona solidaria, quizás la más solidaria que he conocido, desprendida, cooperadora. Dejó su brillante carrera de médico, para dedicarse a lo que más le apasionaba, la música.

En la música logró ocupar casi todos los cargos que existen, desde ser percusionista, convirtiéndose en el timpanista de la OSN, hasta ser el Director Nacional de Música, del Ministerio de Cultura. Compuso todo tipo de música, sinfónica, de cámara, para obras de teatro, comerciales, folclórica. Se entregó en cuerpo y alma a cada proyecto en cual se embarcó.

Hablar de Josué Santana, uno podría pasar horas y horas contando anécdotas sobre él y de toda su obra, y cuando me refiero a su obra, no me limito a la compuesta por él, sino a él como protagonista y su accionar, siempre ejemplar, un hombre íntegro.

Hoy, Josué, después de cuatro años de tu partida,  he querido escribirte y decirte que ya tocaré la obra que me dedicaste y que a pesar de habérsela mostrado a varios violinistas, me elegiste a mí para tocarla. Gracias Josué por pasar por mi vida.