En el primer trimestre del año, como medida de auto cuidado, he comenzado a implementar una estrategia a la que he llamado contragenda. Me ha dado muy buen resultado por lo que decidí compartirla con mis lectores.

Con la multiplicidad de roles, oficios y empleos a que nos obliga el momento  actual, continuamente se llena la vida de compromisos, actividades y responsabilidades a las que, entendemos nosotros y los demás, tenemos que dar respuesta.

Los meses parecen semanas y las semanas días por la cantidad de demandas que se acumulan. Cada organización para la que trabajamos tiene una agenda cargada de actividades generales que se unen a las específicas de nuestras funciones particulares. Por otro lado hay que contar con las agendas de todas las otras instituciones vinculadas a nuestro quehacer. Si a esto le añadimos aquellos eventos, entrenamientos y capacitaciones a los que hay que asistir para poder mantenernos al día, ya no nos quedaría más tiempo. Pero faltan las actividades sociales y celebraciones vinculadas a conmemoraciones que en mi caso son, por solo nombrar algunas, día internacional de la mujer, de la no violencia contra la mujer, del psicólogo, del maestro, de las secretarias, navidad, entre otras.

Vengo de una familia muy gregaria y con espíritu de celebración que también tiene una agenda, pero esta es la que me esfuerzo por no negociar. Además un listado de amigas y hermanos de comunidad de distintos niveles de intimidad que programan también sus agendas. De mi familia y gente querida recibo el amor y la alegría para cargar las pilas y continuar, de manera que estas agendas que me nutren son las que trato con más cuidado.

Iniciada la primavera decidí hacer algo para bregar con todas estas agendas y se me ocurrió esta estrategia que llevo de la siguiente manera: el lunes de cada semana me siento y escribo en una libreta las actividades de mi contragenda. Esto es, mirar la agenda de la semana y decidir mínimo dos actividades a las que NO asistiré y que deberán integrarse a la contragenda. Me obligo a escribirlas para hacer el hábito y no boicotearme a mí misma en mi propósito.

Al pasar las semanas he descubierto algunos beneficios que me sustentan en mi decisión y le dan sentido de crecimiento a la estrategia. En primer lugar el ejercicio me ha obligado a organizarme y enfocarme para tomar la mejor decisión. A discriminar qué es lo urgente y qué lo importante; qué es necesario o sustituible; dónde puedo o debo estar.

También me obliga a descubrir los motivos ocultos e inconscientes que pudiera tener participar de algunas actividades. A veces nos pasamos años haciendo cosas que en el tiempo ya han perdido el sentido, pero no nos hemos percatado de que son innecesarias o que ya han cumplido su cometido. Otras veces son compromisos que solo sirven para alimentar el ego y como no lo hemos mirado, no nos percatamos de cuánto nos complican la vida.

Otras veces nuestra presencia no nos aporta a nosotros sino a los otros y el costo es tan alto que definitivamente no es rentable asistir.

Estoy en este momento a cargo de dos equipos de trabajo y este ejercicio me ha obligado a tener cada vez un manejo más democrático, pues las responsabilidades se delegan y reparten. Esto tiene el efecto de descentralizar el poder, pero además validar y reconocer al equipo completo. También desarrolla un sentimiento de responsabilidad y autonomía, pues no tenemos que estar para que las cosas ocurran y bien.

Como siempre le digo a mis pacientes, de cada cosa que nos ocurre aprendemos, es solo darle esta trascendencia de crecimiento y aprovechar para ser mejor persona. La vida es compleja y hermosa solo se trata de organizar, priorizar y disfrutar.

solangealvarado@yahoo.com

@solangealvar2