Rodeada de murallas tan antiguas como el hombre, una gigantesca mezquita se levanta sobre un pequeño monte en el centro de Jerusalén, la ciudad sagrada de las tres religiones monoteístas. Es la mezquita de Omar o Domo de la Roca, lugar venerado por los musulmanes. Al fondo, en la planicie del Monte Moría, un templo islámico menor, se encuentra la mezquita de El Aska, a cuyo alrededor se ven siempre a cientos de  ciudadanos árabes, unos andrajosos otros potentados, luciendo túnicas de mil colores.

La tradición cuenta que desde el interior de la mezquita de Omar, rodeada por una baranda, Mahoma ascendió al cielo montado sobre una mula blanca. Ante esa roca sagrada sobre la cual muchos metros más arriba se levanta la cúpula enorme de la mezquita, se arrodillan miles de fieles a implorar a Alá, su Dios. En prueba de sumisión y reverencia dejan sus zapatos a la entrada de los cuatro portales de la fachada, cubierta de lozas de mármol de llamativos colores en las que hay escritas citas del Corán. En el crepúsculo, su cúpula forrada de oro lanza resplandecientes rayos de luz sobre los tejados de piedra de la antigua ciudad, que ha logrado sobrevivir al tiempo y  resurgir de la destrucción por sanguinarios conquistadores.

Más abajo, el muro occidental es venerado por los judíos como el último vestigio del Segundo Templo, tras cuya destrucción en los inicios de la Era Cristiana, empezó la dispersión del pueblo hebreo. Sobre sus restos, los romanos erigieron un templo a Júpiter, adornado con enormes estatuas de sus emperadores. El lugar, visible desde cualquier punto en las afueras de Jerusalén, tiene un significado sagrado para judíos y musulmanes, que aún luchan entre sus muros por el control de la antigua ciudad. Entre sus vetustas piedras, carcomidas por el tiempo, piadosos ancianos judíos de trenzas y luengas barbas lloran allí en silencio su desconsuelo.

El patriarca Abraham desarrolló allí gran parte de su vida. Y sobre el monte, siguiendo las instrucciones de Jehová que le había dicho: "Toma ahora tu hijo, tu único, Isaac, a quien amas y vete a tierra de Moría y ofrécelo allí en holocausto…", quiso sacrificar a su prole.

La tradición judaica atribuye el nombre de Moría al significado que en hebreo tiene la palabra mora, temor a dios, porque fue desde allí donde se expandió el temor a Dios hacia el resto del mundo.

Salomón construyó en ese lugar el Primer Templo, o la casa de Jehová en Jerusalén, y que había sido señalada a su padre el rey David. Los babilonios lo destruyeron en la invasión del año 587 antes de Cristo, pero Herodes lo reconstruyó décadas después, sobreviviendo a la violencia y los elementos hasta casi cinco siglo después de la conquista romana. Los musulmanes sostienen que la roca situada en el centro de la Mezquita de Omar es el punto central de la tierra, que entonces se creía plana. Su construcción se remonta al mismo inicio de la presencia árabe Palestina, por el año 638 de nuestra era, cuando el califa Omar, hijo de Katab, "Príncipe de los Creyentes", llegó a Jerusalén.

Los judíos recuperaron la posesión del Monte Moría y toda Jerusalén durante la guerra de los seis días en junio de 1967. Desde finales de la guerra de independencia judía, en 1948 hasta entonces, parte de la antigua ciudad amurallada había estado en poder de los jordanos, incluyendo el barrio hebreo, símbolo de la tradición y la ortodoxia judaica.