En México lo que más se recuerda de Pulp fiction, la obra maestra de Tarantino o mejor dicho, a lo que más aluden escritores, periodistas o villamelones es a la frase que Tim Roth exclama durante el asalto a una cafetería: “Saquen a los mexicanos de la cocina”. Por cierto, la cita sirve para hablar de todo menos de cine: que si la dificilísima situación de los migrantes, que si la billetiza que envían a su terruño que, por muy lindo y querido termina por expulsarlos, que si el Muro de Trump, etcétera.
Nunca la pude ver en la pantalla grande, aunque que la disfruté desde la “incomodidad” del hogar sirviéndome de la tecnología del momento (los VHS, DVDs y en línea). Ahora que la he vuelto a ver, de pronto, sigilosamente, casi sin querer, se me apareció Amores perros, la opera prima de Alejandro González Iñárritu. No quiero decir que la cinta mexicana sea una calca de la de Tarantino, cada una es grande a su manera, pero además de la violencia hay otros rasgos coincidentes.
Todo por un accidente
El choque automovilístico entre Octavio (que huye a toda velocidad de las balas) y Valeria -la maniquí que se dirige a comprar vino-, del cual Chivo no pierde detalle, es el punto de encuentro (encontronazo) de los tres protagonistas y tiene una repercusión central en el desarrollo de la historia.
Por su parte, en Pulp fiction dicho accidente es de cierta manera provocado por Butch (Bruce Willis), un boxeador a punto del retiro que ha prometido al nada decente Marsellus Wallace (Ving Rhames) dejarse ganar. El peleador incumple su palabra pero tampoco puede huir pues la novia ha olvidado traerle su invaluable reloj de oro. No sin sobresaltos, Willis logra recuperarlo pero, mientras espera el cambio de luz, ve que el tipo que cruza la calle es el mismo mafioso al que acaba de estafar. Se reconocen y como si se tratara de un duelo del Far west, Butch le echa el carro encima antes de que el otro desenfunde su arma.
El orden no importa
Cansados de tanta película que inicia en A y concluye en Z, Tarantino e Iñárritu desarman el orden cronológico.
Pulp fiction hace un recorrido espiral para finalizar donde inicia: la cafetería periférica a donde van a desayunar los matones Vincent Vega (John Travolta) y Jules Winnfield (Samuel L Jackson) después de una mañana demasiado movida: han ido a recuperar el típico maletín lleno de dolarucos, han matado a los responsables -con sermón bíblico incluido- y han sido asaltados. Entre ambos extremos desfila el resto de los personajes. Evoco sólo dos momentos de la divinamente etérea Uma, quien encarna a la esposa de Mr. Wallace: bailando twist con Travolta (guiño a Saturday night fever) y minutos más tarde, el aguijonazo que recibe en pleno corazón para salvarla de una sobredosis.
Por lo que respecta a Amores Perros, la escena del choque se presenta tres veces, desde la óptica de cada uno de los personajes, lo que nos permite adentrarnos en sus dilemas: Octavio está enamorado de su cuñada y para conseguir el dinero que les ayude a fugarse, usa un rottwiler (también de su hermano) en peleas clandestinas. Valeria, abandona su estado de amante furtiva pero, en su nueva casa, mientras ella convalece del accidente, su caniche cae en un agujero y desaparece junto con su tranquilidad. Por último, Chivo es un vagabundo, cuya única familia es una jauría de perros tan menesterosos como él; alguna que otra vez, mata por encargo.
La redención
Los asesinos de ambas películas sufren un ataque de iluminación y querrán enmendar la plana de su vida.
Jules Winnfield de Quentin, el que mata sin dejar de recitar al profeta Ezequiel, cuando sale ileso de un tiroteo, no encuentra mejor explicación que la divina. Recordemos que la cinta se sostiene a partir de diálogos y monólogos. Unos parecen banales (la mención de la hamburguesa Quarter pounder de Mcdonalds); otros, una burla a la solemnidad bélica norteamericana (la historia del reloj de oro de Butch) pero todos son marca del talento de Tarantino.
Asimismo Chivo, que había abandonado esposa e hija para irse de guerrillero, se desentiende de su último “trabajito”. Alejarse en compañía del perro de Octavio es una buena manera de volver a empezar. Mientras tanto, los frustrados cliente y víctima se quedan amarrados y rabiosos en un cuchitril. Esta escena, querámoslo o no, nos remite a la de Butch y Mr. Wallace, pues durante la persecución caen en las garras de dos dementes: La pelotita que les amordaza le saca risas al más hosco de los espectadores, pese a lo espelúznate de las imágenes…Ya no le sigo, mejor véanlas.
Por si fuera poco, las dos películas recibieron la admiración en Cannes, principalmente Pulp fiction, que se llevó la Palma de Oro. Amores perros ganaría el premio de la Semana de la Crítica y ninguna de ellas figuró en los Oscar; aunque tiempo después el mexicano se haría de 2 estatuillas como mejor director.
En fin, si usted aprecia el auténtico cine sabe de lo que hablo; sino, nunca es tarde para disfrutar de estas cintas.