Los dominicanos si seguimos como vamos cumpliremos irremediablemente con la profecía del escritor que estableció con letras indelebles que “los dominicanos llegaremos tarde a nuestro futuro”. La última, desagradable, sorprendente y absurda noticia es sobre el DICAN y la participación directa y con ribetes de película gansteril colombiana de los directivos de dicha institución en el trasiego y organización de la trama criminal nos deja boquiabiertos y constituye una verdadera vergüenza para el país, y la propia Policía Nacional. Entiendo, a la vez que felicito a la Procuraduría General de la República, que faltan muchos datos, y “falta gente” como dice el refranero popular, y por lo tanto las investigaciones deben profundizarse y establecer a quien respondía el director de dicha institución, quien lo designó y por vía de consecuencia se beneficiaba del latrocinio patrocinado y promovido, que a la vez permeaba estructuras del propio Ministerio Público, ya que no es desconocido que nuestra policía responde a una estructura bien montada que da protección a delincuentes, apaña bandas y confunde su rol, con el del enriquecimiento fundamentado en la corrupción más abyecta. Debe ser dicho a viva voz que los ascensos se compran, los puestos se compran, los traslados se compran y todo cuanto allí acontece se hace bajo la premisa de beneficio-costo cual si se tratase de una mercancía, y no de una profesión supuestamente fundamentada en el honor, la protección a la ciudadanía, y a través de ella, a la Patria.

El acontecimiento estremecedor del Dican no es causa, es una consecuencia de cuanto pasa a diario en la policía Nacional, donde reiteramos es por todos sabido que, “todo” tiene precio, huelga decir, que la vista gorda también la tendrá y todo cuanto pueda ser validado sobre la base del dinero, tendrá obviamente solución. Por vía de consecuencia, lo que pasaba en la corruptela del Dican, no es cierto que se quedaba allí, eso tenía un valor, un precio, ese nombramiento y esas acciones, que evidentemente no fue la primera ni la ultima.

El México lindo y querido que da lugar al título de este atrevimiento es una muestra vívida de lo que se produce cuando la autoridad, que está destinada a proteger la ciudadanía, procurando la lucha contra el crimen y mantenimiento del orden público y la seguridad, se alía a este que debe combatir, y se convierte ella misma en una institución delincuencial y productora de delincuentes y criminales con placa. La historia reciente de México es lamentable y así lo confirma, donde un jefe de policía llamado Arturo Durazo Moreno (a) El Negro, quien en la década del 70 al 80, fue uno de los personajes con más influencia en el ámbito policial de dicho hermoso país, fue además el coordinador de todas las actividades criminales y delincuenciales de las cuales sacaba provechos millonarios, lo que lo llevó, ante tan escandalosos acontecimientos a prisión. Esta simbiosis entre la delincuencia y la autoridad pare lo que hoy en México ya no constituye la mordida, (soborno), sino la tragada, ya que se han hecho uno solo delincuentes y policías,  y nos encontramos con autoridades electas sobre la base del dinero del narcotráfico, aliadas y sustentadas por este como las de Iguala, donde esta mancuerna diabólica, asesinó, sin ninguna duda, a cuarenta y tres aspirantes a profesores, sin que hasta ahora se sepa el paradero de los cuerpos de todos estos jóvenes con futuro y valiosos para la sociedad.

Nos encontramos pues a las vísperas de una mexicanización, donde aparecerán cadáveres sin cabezas, donde asesinaran periodistas, y donde todo el que sea incómodo y se oponga a la libre realización de las actividades criminales, será objetivo y su cabeza tendrá precio, aunque parezca tremendista ese será el destino de toda sociedad donde las instituciones no valgan nada, y la autoridad y el crimen sean socios necesarios.

Sugiero cambiar radicalmente una policía nacional trujillista y con mentalidad de cuartel, por una policía técnica y especializada, moderna y dirigida por un intendente, y sin necesidad de tantos ramos y parafernalia de tufo a guardias, de súper generales y súper coroneles, que al final de la jornada, no resuelven nada. Al tiempo que los salarios de miseria y hambre que se pagan deben ser revisados, y organizada bajo la premisa de la aptitud y actitud-preparación, no del enganchismo ni el arribismo, podría iniciarse con pequeñas cosas, como suplir el Hospital de la Policía, que parece mas almacén de enfermos, donde los policías deben comprar hasta las jeringuillas y el alcohol, y que los descuentos que se les hacen a todos sus miembros, se les devuelvan, no se utilicen en otras cosas. Las auditorias caben también.

Si no lo hacemos ahora, luego no podremos.