Hace unos días supimos que la banda de thrash metal Metallica ha sido galardonada con el Premio Polar, que es considerado el Premio Nobel de Música. Este premio es concedido anualmente por la Real Academia Sueca de Música a individuos, grupos o instituciones en reconocimiento de sus logros excepcionales en la creación y avance de la música. Es entregado en Estocolmo, en una solemne ceremonia presidida por el rey Carlos XVI Gustavo de Suecia. Entre los ganadores pasados de estos premios podemos mencionar a Quincy Jones, Ray Charles, Dizzy Gillespie, Elton John, Bob Dylan, Yo Yo Ma, entre otros.
La Real Academia Sueca de Música ha considerado en su fallo que "desde la agitación emocional de Wagner y los cánones de Tchaikovski, nadie había creado música tan física y furiosa y, aun así, tan accesible".
Y este premio no podía caer en momento más oportuno para que hagamos una reflexión. Muchos de ustedes se habrán preguntado por qué insistimos tanto en pasados días en enfatizar la ignorancia presente en el debate en torno al asesino Victor Portorreal y su gusto por la música metal. Hemos escuchado y leído infinidad de comentarios (uno solo hubiese sido más que demasiado) culpando a la música metal y otorgándole el poder de convertir a una persona en psicópata. El debate se tornó tan absurdo que comenzamos a documentar las falacias argumentativas tan socorridas cuando una posición parte de la ignorancia.
Entre esas falacias se nos "acusó" de ser metálicos, como si escuchar música metal fuera una acusación válida o significara una característica indeseable y reprochable en cualquier persona.
Nosotros no somos metálicos. En nuestro grupo hay personas que escuchan todo tipo de música, y sí, hay personas que escuchan metal (y sus variantes). Pero lo que nos motivó a meternos en esta conversación fue algo distinto: los prejuicios producto de la ignorancia.
Como librepensadores, humanistas, ateos o agnósticos que somos (también hay de todo en el grupo) conocemos bien los prejuicios idiosincrásicos de esta media isla, y combatirlos es uno de nuestros objetivos. Nos provoca especial indignación cuando el prejuicio está fundamentado en desinformaciones y adoctrinamientos religiosos. Es por ello que nos han visto participar en temas como los derechos sexuales y reproductivos de las mujeres, los derechos de la comunidad LGBTQI, abogar por una educación y un Estado laicos y, en definitiva, denunciar los atentados a la libertad de conciencia, la no discriminación por motivos religiosos y el derecho a la igualdad.
A pesar de que la mayoría de este grupo no puede considerarse "metálico", reconocemos el prejuicio que claramente fue plasmado en dos portadas del Listín Diario, y replicado en múltiples comentarios de ciudadanos de a pie en las redes sociales. Un prejuicio que, como la mayoría de los que hemos denunciado, nace del oscurantismo. Sí, un oscurantismo que en pleno 2018 pervive en República Dominicana. Nosotros vivimos el auge de la música metal, y escuchamos cómo los mayores nos decían que era satánica, sin ningún otro fundamento que no fuese la arenga del párroco o pastor de turno. Fuimos testigos del estigma que se germinó y maduró alrededor de las personas que escuchaban ese tipo de música, incluyendo catalogarlos como satánicos. Siempre, sin ningún tipo de fundamento. Eran los tiempos en los que se pensaba que el SIDA se pegaba por tocar a una persona infectada, que Hotel California tenía un mensaje satánico oculto, y que ver el video de Madonna de "Like a Prayer" era un pecado y una invitación a que el demonio entrara en tu cuerpo (todo esto alentado desde los púlpitos o desde el atril de un/a maestro/a de religión en el aula).
Por eso no podemos dejar pasar este evento. Nos guste o no escucharla, la música metal es un género musical, que en sus mejores exponentes exhibe un grado de complejidad ya estudiado.
Tenemos que frenar de golpe los prejuicios, de donde sea que vengan. No podemos seguir permitiendo que se estigmatice lo que no entendemos, no conocemos, o lo que nos dice nuestro líder espiritual que tenemos que estigmatizar.
Esta defensa a los amantes de la música metal es necesaria, pero absurda. No tendríamos que estar teniendo esta conversación. Si el asesino escuchaba metal y vestía de negro, esa es una característica tan relevante como la ropa que vestían y la música que escuchaban Marlon Martínez o Blas Peralta. Cabe preguntarnos qué música escuchan la mayoría de los feminicidas de nuestro país. Sin temor a equivocarnos, podemos asegurar que en su mayoría no escuchan metal. La conclusión cae sola. La música no hace al asesino.
Comencemos de una vez por todas a ejercer razonamiento crítico sobre los prejuicios que nos venden los autoproclamados guardianes de la moral. Es interesante ver cómo la mayoría de los comentarios prejuiciados que hemos recibido vienen de personas religiosas. Esto no es una coincidencia: EL CURA O EL PASTOR SOLO PUEDEN OFRECERTE LA SALVACION SI PRIMERO TE VENDEN EL CUCO.